CRÍTICAS
INTERNACIONAL
París: 'Don Carlo', del francés al italiano
Opéra Bastile
Verdi: DON CARLO
Roberto Alagna / Sergio Escobar, Aleksandra Kurzak, Anita Rachvelishvili, René Pape, Étienne Dubois, Vitalij Kowaljow, Sava Vemić, Ève-Maud Hubeaux, Tamara Banjesevic, Julien Dran. Dirección: Fabio Luisi. Dirección de escena: Krzysztof Warlikowski. 25 de octubre de 2019.
Coincidiendo con la inauguración de la exposición Le grand Opéra 1828-1867 en la sala Garnier, se repuso en La Bastille Don Carlo en la puesta en escena de Krzysztof Warlikowski creada para la versión francesa de esta obra maestra verdiana, pero esta vez se cantó en italiano. Ello evitó los escollos de la prosodia francesa que en algo afearon el trabajo de los cantantes en 2017.
Fabio Luisi dirigió con naturalidad y soltura la orquesta de la casa. Subrayó las melodías, puso orden en los concertantes, y si en algunas ocasiones ocultó las voces, fue mayormente por falta de potencia en el escenario.
No defraudó el encuentro inicial de Roberto Alagna y Aleksandra Kurzak en la fría mañana de Fontainebleau, si bien se notaron dudas por parte del tenor cantando a mezza voce. Antes de iniciarse el segundo acto, se comunicó que el tenor francés sufría una gripe, pero que seguiría su trabajo. Tras la decepción vino la sorpresa. Al alzarse el telón apareció el tenor español Sergio Escobar en el papel principal, cover de Alagna, debutante en la ópera parisina y que ya había cantado el papel en diversos escenarios, como en Las Palmas de Gran Canaria. Durante los primeros momentos de esta segunda parte hubo –no podía ser de otra manera– desconcierto en las tablas. Con los ánimos ya serenados al cabo de algunos momentos, prosiguió la noche lírica sin novedades.
La atención del público se centró entonces en Aleksandra Kurzak. La soprano asumió con dignidad y ciencia el papel de Elisabetta. Su voz cristalina y transparente, sin afectaciones, tal vez con alguna falta de intensidad, dio al personaje humanidad y veracidad, sin menoscabo del dramatismo que conllevaban las situaciones complejas vividas por aquella mujer recién salida de la adolescencia.
A René Pape –Filippo II– se le obligó a ser un bebedor impenitente y a maltratar a su mujer porque sí. Lo hizo con ganas de quedar bien. Ello no le impidió hacer gala de una emisión impresionante, bello timbre, potencia bien controlada. Impulsó sus decires en momentos equivocados, como si no se diera cuenta de lo que estaba diciendo. Anita Rachvelishvili fue une princesa Éboli de gran lujo a pesar del cambio de timbre entre las partes graves y agudas de su canto. Su interpretación de “O don fatale” dio en el blanco. La sala aplaudió con enorme intensidad. Tanto Vitalij Kowaljow –Il grande Inquisitore– como Sava Vemić –un Frate–, incrementaron el valor artístico de la noche. Étienne Dupuis defendió con valor el papel de Rodrigo, sin más.
El coro, conocedor de la obra y bien preparado por José Luis Basso, estuvo a la altura de la exigente partitura
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