CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Oropesa y los 'Masnadieri' de cámara de Johannes Erath
Múnich
Bayerische Staatsoper
Verdi: I MASNADIERI
Christian Van Horn, Charles Castronovo, Igor Golovatenko, Lisette Oropesa, Kevin Conners. Dirección musical: Antonino Fogliani. Dirección de escena: Johannes Erath. 21 de enero de 2023.
Este frío fin de enero ha traído a la Bayerische Staatsoper a I Masnadieri, la hermana fea de Macbeth, en la producción que Johannes Erath firmó la temporada 2019/2020. Era la segunda aventura del director alemán y el teatro muniqués del Verdi de sus comienzos, tras el Ballo de 2016. Erath, cuyo nombre resonó en otoño por su polémica versión de Die Meistersinger von Nürnberg en Frankfurt, hace en I masnadieri aquello a lo que tiene acostumbrado su público: buen Regietheater de corte muy particular y con algunas fisuras.
Muchas son las óperas verdianas basadas en dramas de Schiller, y quizás I Masnadieri se cuenta entre las más arriesgadas, con una trama complicada que huele a grand opéra sin acabar de dar un pretexto claro al compositor para salirse de los esquemas de la ópera italiana. Erath dirige la pieza con sabiduría, realzando aquí y allá las costuras de un género que se muestra como tal con descaro; solo hay que pensar en los aplausos después de cada aria, que interrumpen la ilusión escénica continuamente. Más allá del suelo giratorio y del juego de luz y sombras, responsables de la particular atmosfera fantasmagórica que caracteriza el mester de Erath, su propuesta se encalla en el uso desmesurado de símbolos. También esta producción, como Die Meistersinger, peca de esquemática, especialmente en las escenas que piden a gritos una solución dramatúrgica que el regista parece esquivar.
A todo ello vino la Bayerische Staatsoper, como ya es tradición, a salvar la tarde con un reparto atractivo y una orquesta de ensueño. El primer elogio se lo lleva sin duda Antonino Fogliani, director musical de la velada, que consiguió domar el timbre tan redondo como desbocado de la Bayerische Staatsorchester y encerrarlo en las fronteras verdianas. Se le escapó solamente en algunas, muy puntuales, intervenciones del coro en la primera mitad del espectáculo. Yves Savary clavó el solo de violoncelo de la melodramática obertura de la ópera –sin duda uno de los motivos musicales por los cuales vale la pena recuperar I Masnadieri– dando paso al carrusel de solite forme que gobierna cada acto con mano de hierro.
Recitativo, aria, recitativo, aria; acción contra expansión emocional, una pareja detrás de la otra. Se necesitan cantantes especialmente dotados para hacer digerible una estructura tan rígida. Algo así como una impaciencia ante la pluma del joven Verdi se hizo notar en Múnich, pero el elenco liderado por Lisette Oropesa supo calmar al público, llevándolo consigo al mundo de colores del belcanto. El nombre de la soprano estadounidense era el reclamo principal de la tarde, pero su fingida fragilidad –que tanto agrada a los nostálgicos de una diva pasada en particular– no eclipsó la interpretación de los numerosos hombres que la acompañaron. El tenor Charles Castronovo produjo un Carlo Moor excelente, de timbre potente pero calibrado, mostrando desde la primera aria, “O mio castel paterno”, que los papeles belcantistas se pueden encarar desde una perspectiva que deje atrás el grito. A su lado destacó el bajo Christian Van Horn, a cargo de un Massimiliano profundo y elocuente; su interpretación del dueto “Come il bacio d’un padre amoroso”, en el cuarto acto, fue lo más emocionante de la velada.
Mención especial merece el coro, auténtico protagonista de la ópera: la sombra de Nabucco es alargada. El coro de hombres de la Bayerische Staatsoper no lo tenía fácil detrás de la densa cortina orquestal, pero con el paso de las escenas supo encontrar un lugar cómodo para la rendición satisfactoria del furor verdiano que atraviesa I Masnadieri. * Lluc SOLÉS, crítica internacional de ÓPERA ACTUAL
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