Oropesa enamora en el Palacio Euskalduna

Bilbao

09 / 02 / 2021 - José Miguel BALZOLA - Tiempo de lectura: 4 min

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Oropesa Lisette Oropesa, ovacionada por el público bilbaíno © ABAO Bilbao Opera
Oropesa Lisette Oropesa, ovacionada por el público bilbaíno © ABAO Bilbao Opera
Oropesa Oropesa y Rubén Fernández Aguirre, vitoreados © ABAO Bilbao Opera

ABAO Bilbao Opera

Recital de LISETTE OROPESA

ABAO On Stage

Obras de Mercadante, Donizetti, Schubert, Poulenc, Bizet, Rossini, Bellini, Manuel García, Massenet y Meyerbeer. Rubén Fernández Aguirre, piano. Palacio Euskalduna, 6 de febrero de 2021.

Lisette Oropesa entró en el amplio escenario del Euskalduna con una elegante figura que sabe mover con aire, garbo y estilo en cantidad para regalar, ofreciendo un saludo cariñoso al público. Cautivadora. Pero nada comparado con lo que habría de venir. Empezó con dos piezas de Saverio Mercadante llenas de dificultades que su soberana técnica hacía que sonaran como sencillas pero exquisitas joyas. En un programa muy cuidosamente compuesto, complejo y con suma variedad, vendría inmediatamente después Donizetti, para ser seguida de una poco conocida pieza de Schubert y, tras una intervención de piano solista con Hommage a Edith Piaf de Poulenc, llegaron dos mélodies de Bizet.

"Oropesa se pasea por las dificultades como si no lo fueran para ella, y ataca los agudos sin portamento alguno, con precisión segura o, a veces, deslizándose a ellos con una finura y fluidez"

Para entonces Oropesa ya había mostrado sus extraordinarias dotes vocales. La primera, que su espléndida voz muestra timbre y resonancia igual en todos los registros; llega cómoda a la zona central y sostiene bien los graves. Además se pasea por las dificultades como si no lo fueran para ella, y ataca los agudos sin portamento alguno, con precisión segura o, a veces, deslizándose a ellos con una finura y fluidez llenos de belleza y encanto; siempre con magistral dominio de las dinámicas y cuidado en la expresión.

Las arias de ópera en los recitales a piano suelen adolecer de falta de calor y color en los acompañamientos; en el teatro se hace un hueco a toda una trama musical, para que el solista exhiba su canto en una bella melodía a la que se acompaña más de una vez con un mero chin-pun, pero el acompañamiento, aún si es simple, lleva el colorido orquestal. Qué bien se ha notado lo contrario en la bella canción «L’Adieu de L’hôtesse arabe» en que Bizet busca un piano lleno de riqueza sonora para que, con la voz, forme un conjunto cerrado, de líneas inseparables en el cual el instrumento añada estructura al orientalismo de la meliflua melodía de la soprano.

Hay que decir que Oropesa cantó primorosamente y con enorme paleta de expresiones todos los anhelos y emociones del difícil poema de Victor Hugo y que Rubén Fernández Aguirre, no solo aquí, sino en todo el resto del programa en el que además de estar unívocamente unido a Oropesa tocó con un especial don, con un virtuosismo, no el de Liszt o Moscheles, sino el de la finura, el colorido y el espaciamiento sonoro que pueden pedir las obras de Debussy, Ravel o Mompou. Así el músico vasco, Premio ÓPERA ACTUAL 2010, en muy íntima unión con la cantante hispana, logró que no se notara la sequedad de la transcripción a piano de las obras de Rossini, Bellini, Massenet y Meyerbeer. Se trata sin duda de un pianista que recoge el testigo de los grandes del pasado, como Moore, Baldwin o Parssons, y que puede jugar en la misma liga de campeones en que hoy son estrellas Vignoles, Martineau o Deutsch.

Oropesa volvió a mostrar su arte con mayúsculas en versiones de ensueño y de emoción (¡qué Sonnambula!) que culminaron con la difícil y peligrosa aria «O beau pays» de Les Huguenots que remató con un impactante Mi agudo que sostuvo más allá de lo que duró el pedal del piano. La última palabra de la mujer árabe al hombre blanco en el poema de Hugo es «¡Recuerda!».

Bilbao se acordará de Lisette Oropesa porque llegó, cantó, cautivó y dejó al público enamorado.