CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Orange: El extraordinario Rossini de Albelo
Les Chorégies d'Orange
Rossini: GUILLAUME TELL
Velada inaugural
Nicola Alaimo, Celso Albelo, Annick Massis, Nora Gubisch, Jodie Devos, Philippe Kahn, Nicolas Cavallier, Nicolas Courjal, Philippe Do, Julien Véronèse, Cyrille Dubois. Dirección: Gianluca Capuano. Dirección de escena: Jean-Louis Grinda. 12 de julio de 2019.
Con la producción de Guillaume Tell de la Ópera de Montecarlo, Jean-Louis Grinda, director del Festival de Les Chorégies d’Orange y del coliseo monegasco, se inauguró la 150ª edición del evento galo. Y quiso contar también, con gran acierto, con el mismo elenco protagonista que estrenó el montaje en 2015 y que después viajó al Théâtre des Champs-Élysées de París: Nicola Alaimo, Celso Albelo y Annick Massis.
La última ópera del Cisne de Pésaro, estrenada en 1829, es una obra bélica y pastoral de carácter eminentemente romántico. Si la fibra guerrera domina varias páginas, Guillaume Tell es ante todo una ópera pastoral. Su naturalización se hace eco en las magníficas descripciones que Schiller insertó en sus bocetos del escenario. Y ya es en la obertura donde los dos polos bélico-pastoral se muestran claramente, en esa sinfonía a cuatro partes, lento-vivo-lento-vivo, con representación de una tormenta, la I y el célebre galop de los combatientes suizos. Grinda quiso dar relieve a esta tónica pastoral a través de una sencilla pero efectiva escenografía, que jugaba básicamente con el mapping sobre el ya de por sí imponente escenario del Théâtre Antique, que le ayudó a crear los entornos perfectos de bosques, montañas y lagos, como también la escena del castillo de Altdorf. Se tomó una simpática licencia al colocar un submarino para la llegada de Gesler por el Vierwaldstättersee.
A Gianluca Capuano se le había visto últimamente muy cómodo ante la formación Les Musiciens du Prince. Aquí, ante la Filarmónica de Monte-Carlo, estuvo algo desigual: tendió, sobre todo, a acelerar los tiempos, provocando algún apuro a los cantantes y algunas descoordinaciones entre foso y escenario y. El sonido de la Filarmónica es bueno, pero le faltó ese cuidado, esa transparencia que lo convirtieran en un cristal de Baccarat.
Vocalmente, todo fue excelente, empezando por Nicola Alaimo (Tell), quien hizo gala de un canto noble y entregado y sobresalió en «Sois immobile», con una línea y musicalidad formidables. Lástima de algún sonido raspante en el registro agudo y de una dicción mejorable. Annick Massis (Mathilde), a pesar de no contar con un instrumento muy grande y de mejorable proyección para el magno teatro de Orange, tuvo en la elegancia y en la aristocrática musicalidad su mejor caballo de batalla. Evocando romanticismo en «Sombre fôret» y magníficamente sensible «Pour notre amour, plus d’esperánce«, con preciosas variaciones en la cabaletta.
Quien, sin duda, estuvo extraordinario fue el tenor canario Celso Albelo como Arnold: sobrado de medios en la proyección y con una admirable dicción francesa, tomó las riendas del dificilísimo rol llevándose una cerrada ovación sobre todo después de la temible página «Amis, amis, secondez ma vegeance».
A Nicolas Courjal (Gesler) le faltaría cierta contundencia vocal para un rol que cantó francamente bien. Por su parte, Jodie Devos (Jemmy) y Nora Gubisch (Hedwige) realizaron una excelente prestación, sumándose al alto nivel de sus compañeros. A destacar (y a seguir), el tenor francés Cyrille Dubois quien, como Roudi en su entrada, hizo gala de un instrumento de excelente proyección y de brillante color, además de buen saber decir.
CRÍTICAS RELACIONADAS