CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Notable primera Bolena de Damrau
Zúrich
Zürich Opernhaus
Donizetti: ANNA BOLENA
Luca Pisaroni, Diana Damrau, Karine Deshayes, Stanislav Vorobyov, Alexey Neklyudov, Nadezhda Karyazina, Nathan Haller. Dirección musical: Enrique Mazzola. Dirección de escena: David Alden. 5 de diciembre de 2021.
Con el estreno de Anna Bolena, la Opernhaus de Zúrich siguió, aunque no cronológicamente, con la puesta en escena del ciclo Tudor donizettiano, que iniciaría en 2018 con Maria Stuarda, contando con la misma protagonista para los tres roles principales: la soprano alemana Diana Damrau que debuta en el rol en cada nueva producción; la temporada que viene se prevé que lo haga con Elisabetta de Roberto Devereux.
La noche del estreno estuvo dedicada a la recientemente fallecida Edita Gruberova, quien tantas noches de gloria habría regalado en el coliseo suizo y cuya última producción de Anna Bolena ella misma estrenó. De hecho, no es gratuito que la soprano eslovaca diera varios consejos de cómo abordar el personaje a la propia Damrau, quien dejó constancia de su aproximación a la reina inglesa: control absoluto del fraseo y de la línea, evocadoras messe di voce y canto piano. Su Bolena, en todo caso, es vocalmente poco contundente, le falta ese registro grave y dramático que demanda el rol, característica que ella suple con auténtica maestría llevándoselo a su terreno. De hecho, la cavatina “Come, inocente giovane” fue una declaración de intenciones a pesar de alguna tirantez en el registro agudo. Y si bien en los dúos con Giovanna Seymour, aquí en el brillante debut de una arrolladora y a la vez delicada Karine Deshayes, y con Enrico VIII (un Luca Pisaroni de gran presencia escénica y de estilo rossiniano pero que tendió, en ocasiones, a forzar la emisión), Damrau quedó algo desvanecida a pesar del control decibélico de Enrique Mazzola, la soprano conmocionó al público con un “Al dolce guidami” de línea cuidadísima, impregnando de delicadeza toda la escena, buscando filati y con un control absoluto del fiato.
Damrau hace su Bolena –como hacía su colega y amiga Edita Gruberova, pero claro, salvando, y mucho, las distancias– que le permitió cosechar un éxito más rotundo que en Maria Stuarda.
Por otra parte, resultó todo un lujo el Smenton de Nadezhda Karyazina; la mezzosoprano rusa, que tan buena impresión dejó en el Orphée de la temporada pasada, posee una voz homogénea de excelente emisión y de elegante línea belcantista. El efectivo Percy de Alexey Neklyuodov, de proyección ajustada y dicción mejorable, tuvo algún problema para culminar “Nel veder la tua costanza”, a pesar de evitar las difíciles versiones de Rubini, que tan bien ejecutó Edgardo Rocha en Ginebra (si se permiten las comparaciones recientes y odiosas).
Por su parte, Mazzola marcó en general una dirección más liviana de lo canónicamente establecida, con total complicidad con la soprano bávara, evitando excesos dramáticos, incluso en el concertante del primer acto, donde, quizá, se echó en falta algo de intensidad en “Giudici ad Anna”. Pero la suya es una batuta muy elegante de control del sonido y que tiene bien presente el fraseo donizettiano.
La dirección de escena del neoyorquino David Alden sigue el look&feel de Maria Stuarda, con ese gigantesco mármol que evoca la frialdad del poder e incorpora –¡cómo no!– a Elisabetta de niña, testigo de las injurias, vejaciones y condena de su madre. Su concepto no molesta, pero tampoco aporta un gran relato dramático a la escena –Hervey alias Riff Raff (The Rocky Horror Picture Show) más hilarante que intrigante–. Con todo, resultó un acierto la evolución que remarcó en Enrico VIII, de regio monarca a déspota brutal, desinhibido que llega a perder el control y la cabeza. * Albert GARRIGA, corresponsal en Zúrich de ÓPERA ACTUAL
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