CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Notable final de la Trilogía Tudor
Zúrich
Opernhaus-Zürich
Donizetti: ROBERTO DEVEREUX
Nueva producción
Inga Kalna, Stephen Costello, Anna Goryachova, Konstantin Shushakov, Andrew Owens, Brent Michael Smith. Dirección musical: Enrique Mazzola. Dirección de escena: David Alden. 4 de marzo de 2023.
Con Roberto Devereux la Opernhaus Zürich cerró el ciclo Tudor donizettiano dirigido por David Alden iniciado en 2018 con Maria Stuarda. Inicialmente concebido para que la soprano alemana Diana Damrau debutará los tres roles, la intérprete decidió bajarse del proyecto después de Anna Bolena y fue la soprano letona Inga Kalna quien recogió el relevo, con permiso de Elena Mosuc que la ha sustituido en cuatro de las nueve funciones programadas.
Kalna compone una muy convincente Elisabetta gracias a una interpretación punzante y teatralmente muy efectiva; cierto es que se le puede reprochar un registro agudo tirante y que le falta proyección o contundencia en los graves, pero su canto es sincero, emotivo y cuidado, atreviéndose con pianísimos y messe di voce no siempre efectivos pero convincentes y con un destacable canto legato. Fue de menos a más, con una aria de entrada bien cantada, pero no pudo disimular sus carencias en la cabaletta, para continuar con un emocionante dúo con Roberto. Estuvo arrolladora en “Alma infida ingrato core”, excelente en “Vivi ingrato” y culminó la escena final con más intencionalidad que prestancia vocal.
Stephen Costello fue, sin duda, el cantante italiano de la noche, con un instrumento de fácil proyección y un timbre de natural belleza; el tenor estadounidense convenció por su fraseo impecable, siempre en legato, haciendo gala de ello en su difícil página “A te diro negli ultimi”, culminando la cabaletta con rotundidad, a pesar de alguna tirantez en el agudo. La Sara de Anna Goryachova estuvo sobrada de medios y de proyección; es una mezzo de gran calibre, quizás para roles más contundentes, con un timbre sinuoso, oscuro y redondo, y con un registro agudo brillante.
Fuera de estilo y con problemas de emisión anduvo el barítono ruso Konstantin Shushakov, que protagonizó la página más gris de la velada con una imposible “Forse in quel cor sensible”. El Cecil de Andrew Owens tampoco brilló especialmente, lo contrario del Gualtiero del bajo Brent Michael Smith, que gustó mucho en sus breves intervenciones.
Enrique Mazzola volvió a dejar constancia de su conocimiento e idoneidad en el repertorio belcantista, con una brillante obertura, que huyó de los habituales efectismos. Propuso una lectura rica en matices, buscando las dinámicas y jugando con el fraseo de solistas y orquesta, marcando unos tempi generosos.
La producción de Alden puso punto y final a la trilogía donizettiana —no concebida como tal—, iniciándose con una impactante imagen durante la obertura que anticipa el final de la ópera. Un cuerpo decapitado se encuentra en medio del escenario vacío, con la cabeza cortada delante. A medida que verdugo se aleja, unos criados cubren el cuerpo con trapos negros y lo retiran, otros friegan las manchas de sangre, que no desaparecen. El marco escenográfico de las tres óperas, ese gran mármol blanco concebido por Gideon Davey, dota de continuidad visual a los tres títulos. Para Alden, Elisabetta es un personaje cargado de un terrible legado familiar, ya que, cuando era pequeña, fue testimonio de la muerte de su madre a manos de su padre, es decir, su poder se basa en la violencia, la guerra y la opresión. Una lectura tradicional, a la vez que muy teatral, dotada de fuerza y magnetismo. * Albert GARRIGA, corresponsal en Zúrich de ÓPERA ACTUAL