CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Noche feliz en el manicomio de Elsinor
París
Opéra national de Paris
Ambroise Thomas: HAMLET
Nueva producción
Ludovic Tézier, Lisette Oropesa, Jean Teitgen, Julien Behr, Clive Bayley, Frédéric Caton, Julien Henric, Ève-Maud Hubeaux, Philippe Rouillon, Alejandro Baliñas Vieites, Maciej Kwaśnikowski. Dirección musical: Pierre Dumoussaud. Dirección de escena: Krzysztof Warlikowski. 27 de marzo 2023.
Ludovic Tézier encontró en el papel de Hamlet y en el inmenso espacio de La Bastilla de la Opéra de Paris la horma para su zapato. El barítono francés encontró gracias a Ambroise Thomas la forma ideal de expresar plenamente en este complejo rol sus capacidades infinitas de cantante y de actor. Fue capaz de los contrastes más osados —claridad y misterio, color y sombra, intensidad y matiz, dulzura y violencia, fragilidad y fuerza…— en una prosodia inmaculada acompañada de un gesto explícito y una emisión de amplio espectro, potencia por descontado, sin la mínima sombra de un defecto ni de una duda. Sus notas en forte hicieron temblar las paredes del teatro y sus más débiles piani se oyeron perfectamente desde el fondo de la sala a 40 metros de distancia. Su trabajo arrastró a sus compañeros por el mejor camino.
Lisette Oropesa, como Ophélie, fue justamente aplaudida por su trabajo dramático y vocal; su emisión fina, cristalina, su excelente prosodia francesa (nada fácil para una angloparlante) y su presencia frágil solo en apariencia, convencieron plenamente. Como también se festejó el trabajo de Ève-Maud Hubeaux —Gertrude— de perfecta factura, aunque de emisión tal vez un poco clara para el sombrío papel de la madre indigna. Otras voces masculinas bien conocidas del público francés (Jean Teitgen —Claudius—, Julien Behr —Laërte—, Frédéric Caton —Horatio— y Philippe Rouillon —Polonius—) dieron el contrapunto indispensable a la progresión de la historia. Clive Bayley interpretó el papel del espectro del padre de Hamlet con seriedad profesional a pesar de su disfraz tan original como inapropiado y Julien Henric —Marcellus— no desentonó en esta su primera aparición en La Bastille. No se olvide la breve, discreta y bien realizada intervención de los dos enterradores, Alejandro Baliñas Vieites y Maciej Kwaśnikowski.
Pierre Dumoussaud leyó la partitura en la forma más tradicional que pueda recordarse de la música francesa del siglo XIX: sutil, equilibrada, elegante. El coro, preparado por Alessandro Di Stefano en esta ocasión, brilló en todo momento, y en particular a la conclusión del drama.
Krzysztof Warlikowski, el brillante destructor de grandes obras, definido hoy como un renovador del lenguaje teatral, parece no estar nunca de acuerdo con los indefensos libretistas: renovar el lenguaje no debería significar contar otra historia. Su puesta en escena —de gran complejidad, impecable ejecución y no exenta de momentos de intensidad teatral—, jugó al gato y el ratón con el público, como de costumbre. El director de escena transformó el castillo de Elsinor en una casa de locos y jugó también con el tiempo: la historia de amor con Ophélie habría tenido lugar veinte años antes, en esta propuesta, como si fuera en los años veinte del pasado (¿para facilitar el trabajo de su figurinista —y también escenógrafa—, Margolata Szczęśniak?). Warlikowski, además, se permitió introducir un saxófono durante el espectáculo que Hamlet propuso a su madre y a su padrastro, clave de la historia, e introdujo multitud de formas obsesivamente rectas —rejas de la prisión por doquier— y colores vivos para encuadrar un mundo, sórdido, ondulante, oscuro y deletéreo, punto focal del drama. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en París de ÓPERA ACTUAL
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