CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Muti mantiene intacta la elegancia
Turín
Teatro Regio
Mozart: COSÌ FAN TUTTE
Nueva producción en 'streaming'
Eleonora Buratto, Paola Gardina, Francesca di Sauro, Giovanni Sala, Alessandro Luongo, Marco Filippo Romano. Dirección: Riccardo Muti. Dirección de escena: Chiara Muti. 11 de marzo de 2021.
Para su regreso a Turín, después de casi cuarenta años, Riccardo Muti escogió Così fan tutte. Su dirección no había cambiado mucho respecto de aquellas ediciones de Salzburgo de 1982 o de su reposición en Milán y Viena de de 1996. Los tempi son prácticamente los mismos, si bien ahora quizá el carácter general es ligeramente más vivaz y cómico. La de Muti sigue siendo con todo una interpretación apolínea, basada en los pilares del estilo clásico: equilibrio, elegancia y nitidez. Todas las maravillas de la orquestación mozartiana salen a la luz de manera espléndida en su dirección analítica, con vientos impecables y cuerda límpida y ligera. Nunca se había oído a la orquesta del Teatro Regio tocar tan bien.
Sigue siendo perfecta la relación entre voces y orquesta, que Muti obtiene manteniendo un preciso control a los cantantes para evitar que cualquiera de ellos pueda salir de la pauta por él establecida: esta actitud por su parte asegura los mejores resultados –en particular resulta mágico el equilibrio entre las voces en los números de conjunto– aunque se corre el riesgo de que los cantantes, que en la época de Mozart eran los auténticos protagonistas de la ópera, pasen a convertirse solo en meros y fieles ejecutores de la voluntad del director.
Fue una excelente Fiordiligi Eleonora Buratto, superando con total naturalidad las grandes dificultades del «Come scoglio» y sabiendo obtener en los momentos adecuados el color más matizado y los afectos más melancólicos. Paola Gardina, uniendo una interpretación vibrante a su técnica, ofreció una buena Dorabella. Ferrando era Giovanni Sala, que no aportó un timbre especialmente seductor, pero que ejecutó sus dos arias con perfección de estilo, línea de canto inmaculada y legato magistral, alcanzando momentos de auténtica magia a los que no fue ajeno el sublime acompañamiento de Muti. Alessandro Luongo presentaba un Gugliemo dinámico pero siempre atento a respetar la elegancia mozartiana, mientras Marco Filippo Romano reflejaba perfectamente el cinismo de Don Alfonso, cincelando sabiamente los recitativos. La joven Francesca di Sauro –Muti ha elegido a una mezzosoprano en lugar de la soprano ligera a la que habitualmente se asigna este papel– liberaba a Despina de sus habituales dengues de soubrette para proponerla como una joven auténtica y viva, alegre y sensual.
La dirección escénica de Chiara Muti –hija del maestro– estuvo siempre atenta a no traicionar a Mozart, pero no carecía de aportaciones personales, agudas en algún caso y en otros superfluas. El texto se ofrecía siempre de manera vivaz, excesiva a veces, y los cantantes eran guiados hasta en el menor de sus gestos, retratando a los seis protagonistas de la ópera de modo sustancialmente tradicional. Resultó fastidiosa, en cambio, la continua presencia de personas y objetos junto a ellos, aun en los momentos en que se supone que los personajes deberían estar solos en escena, desde unos tenistas a una vendedora de helados o un globo, amén de unos comparsas con máscaras de animales o alas de mariposa y de otros que se movían agitando frenéticamente unas cintas, todo ello con escasos momentos de pausa. Bello el vestuario de Alessandro Lai, inspirado en los modelos del siglo XVIII aunque más sencillos y ligeros. El decorado único de Lella Ftetita, en cambio, resultaba más bien escuálido.
El espectáculo hubiera obtenido seguramente un gran éxito de público, pero tuvo que representarse ante un teatro desoladamente vacío. En compensación, pudieron verle en streaming muchos más espectadores de los que la sala del Teatro Regio hubiera podido acoger.
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