CRÍTICAS
NACIONAL
Música incidental con Benjamin
Madrid
Teatro Real / Teatros del Canal
Benjamin: INTO THE LITTLE HILL
Nueva producción
Camille Merckx, Jenny Daviet. Miembros de la Orquesta del Teatro Real. Dirección: Tim Murray. Dirección de escena: Marcos Morau (La Veronal). 11 de febrero de 2020.
El éxito de Written on Skin de George Benjamin, estrenada la temporada pasada en versión de concierto en el Teatro Real, ha traído a los Teatros del Canal Into the Little Hill, la primera ópera del compositor británico, en una coproducción de las dos instituciones. Se trata de una ópera de cámara estrenada en 2006, con libreto de Martin Crimp, para quince instrumentos y dos solistas. Obra breve –apenas 50 minutos incluidos dos piezas musicales autónomas–, adapta el cuento popular del flautista de Hamelín recogido por los hermanos Grimm. En este caso, el ministro de una ciudad indeterminada cede a la exigencia de su electorado que manifiesta poco aprecio a los roedores. Solo al hijo del político –quizás por ser el hijo de quien es, pero esto no se nos explica, como tampoco se explica por qué el señor ministro tiene una rata en su despacho– manifiesta cierto afecto por los pobres animalitos.
Para salir elegido, el ministro contrata a un misterioso personaje que cumple su parte del contrato. Cuando vuelve para reclamar el dinero estipulado, el político lo despide con cajas destempladas. Al día siguiente todos los niños de la ciudad han desaparecido, aunque se oyen sus voces desde el interior de una colina. De ahí el título de la obra. De mensaje ambiguo, porque no se sabe qué se quiere metaforizar con los roedores, la obra termina con la única nota de humor de la función, una rata negra, una señora rata, paseándose por el escenario y tomando posesión de lo que parece ser la casa devastada del ministro y su familia.
La mezzo francesa Camille Merckx, con un atractivo timbre aterciopelado, y la soprano, también francesa, Jenny Daviet, de voz pequeña pero ágil, capaz de coloraturas exigentes, dan voz a los dos personajes principales, aunque sin identificarse del todo con ellos, en un ejercicio de representación y distanciación muy propio de Benjamin. La música fluye con elegancia, como si estuviera escrita incidentalmente, hecha de texturas transparentes y sutiles. Envuelven y comentan una línea de canto bien caracterizada para cada personaje. Se crea así una atmósfera más próxima al suspense cinematográfico que propiamente misteriosa.
Estupendos los maestros de la Orquesta Titular del Teatro Real, bien dirigidos por Tim Murray, y tan fina como inteligente la producción escénica de la compañía La Veronal, capitaneada por Marcos Morau, que acompaña la acción con la construcción y la deconstrucción simultáneas del interior de una casa moderna. A lo largo de toda la obra, cuatro bailarinas, sin relación alguna con el resto, se contorsionan por el escenario con gran convicción y virtuosismo.
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