Muchas luces y algunas sombras con la OBC

Barcelona

07 / 02 / 2022 - Antoni COLOMER - Tiempo de lectura: 3 min

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OBC / operaactual.com Annette Dasch y Josep-Ramon Olivé fueron los solistas de la 'Sinfonía Lírica' © May ZIRCUS
OBC / operaactual.com Kazushi Ono dirigió a la OBC © May ZIRCUS
OBC / operaactual.com Joan Magrané recibiendo los aplausos del público de L'Auditori © May ZIRCUS

OBC

Zemlinsky: SINFONÍA LÍRICA

Annette Dasch, soprano. Josep-Ramon Olivé, barítono. OBC. Dirección: Kazushi Ono. Auditori, 5 de febrero de 2022.

La etapa de Kazushi Ono al frente de la OBC está llegando poco a poco a su fin y las valoraciones sobre su reinado son un tanto contradictorias. Este último concierto es buena muestra de ello. Por un lado, el positivo, la orquesta se mostró en buena forma en un programa tan heterogéneo como interesante y, por otro, más preocupante, la sala medio vacía en el primero de los dos conciertos puso de manifiesto cierta desafección entre sus abonados. Cierto es que, tanto los estragos de la pandemia como la generosa oferta musical en Barcelona (a esa misma hora coincidían propuestas en el Palau de la Música Catalana y en el Gran Teatre del Liceu), son aspectos a tener en cuenta y a resolver, pero no se puede esconder que es perentorio para la orquesta catalana buscar soluciones y encontrar nuevos estímulos. Este último aspecto recaerá en la figura de Ludovic Morlot, sucesor de Ono a partir de la próxima temporada, que ya ha anunciado, entre otras medidas, su voluntad de profundizar en la nueva creación.

Precisamente Obreda, la obra que abría el programa, era una composición de uno de los jóvenes músicos más estimulantes del panorama nacional, Joan Magrané. Una pieza estrenada recientemente por la Orquesta Nacional de España que tiene como punto de partida el concepto ideado por el artista catalán Perejaume y que da nombre a la obra que combina los términos de arboleda y obra. Así, Magrané construye un tríptico sin interrupción en el que el aspecto más salvaje e inhóspito de la naturaleza enmarca una parte central que representa la naturaleza modelada por el ser humano. Una composición que pone de manifiesto el virtuosismo en la estructura, el contrapunto y el juego tímbrico de Magrané. Ono imprimió carácter y tempi ágiles a una orquesta en la que las cuerdas mostraron color y precisión, tanto en el inicio y el cierre como en la delicada parte central. Lo mismo se puede decir de la sinfonía conocida como La passione, de Franz Joseph Haydn. La lectura siempre analítica del director japonés no estuvo exenta de ese impulso necesario en una obra canónica del estilo Sturm und drang.

"El barítono Josep-Ramón Olivé demostró ser un 'liederista' consumado, fraseando con gran elegancia en cada una de sus intervenciones"

Tras una obra recién salida del horno como la de Magrané y un clásico como La passione culminaba el programa un monumento del postromanticismo, la Sinfonía Lírica de Alexander von Zemlinsky. Las vinculaciones del compositor vienés con Gustav Mahler pertenecen tanto al ámbito personal como musical y la influencia de La canción de la tierra en esta Sinfonía Lírica son evidentes y reconocidas por su autor. Siete movimientos que son siete Lieder, interpretados por dos solistas vocales, unidos en este caso por una serie de interludios que aportan continuidad a la obra. El discurso orquestal es de una exuberancia indiscutible, marcado por una desatada sensualidad que traduce los poemas de Rabindranath Tagore. La disposición instrumental es gigantesca, con importante batería de metales y percusión a lo que hay que añadir órgano y celesta.

Kazushi Ono siempre se ha mostrado muy eficaz en este tipo de repertorio y, una vez más, firmó una versión contrastada y de contornos brillantes, sin ahorrar decibelios en los abundantes fortissimi y fraseando con delicadeza los pasajes más íntimos. Las cuerdas respondieron de nuevo a gran nivel, como también maderas y metales en una obra en las que sus comprometidas intervenciones son decisivas. Annette Dasch asumió la parte de soprano con una prestación que fue in crescendo. En su primera intervención se mostró precavida, dando la sensación de que tenía poco integrada la obra, pero en las dos siguientes se soltó y mejoró su entrega ante una partitura con muchos recovecos y técnicamente exigente. La voz es voluminosa y corrió con facilidad por la sala pese a algunos sonidos fijos que perjudicaron ligeramente la valoración final. El barítono Josep-Ramón Olivé demostró ser un liederista consumado, fraseando con gran elegancia en cada una de sus intervenciones. Por sus características vocales, una obra de orquestación tan densa suponía un auténtico reto que el cantante catalán superó con nota gracias a su inteligencia y exquisita línea de canto.  *Antoni COLOMER, crítico de ÓPERA ACTUAL