CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Mozart, MeToo y Serena Sáenz en la Staatsoper berlinesa
Berlín
Staatasoper Unter den Linden
Mozart: DON GIOVANNI
Festtage Berlin
Michael Volle, Slávka Zámecniková, Bogdan Volkov, Peter Rose, Elsa Dreising, Ricardo Fassi, Serena Sáenz. Dirección musical: Daniel Barenboim. Dirección de escena: Vincent Huguet. 3 de abril de 2022.
Tras Le nozze di Figaro y Così fan tutte, el regista francés Vicent Huguet y el maestro Daniel Barenboim completaron con este Don Giovanni el proyecto de la trilogía Mozart-Da Ponte, que, sin embargo, no fue concebida como tal, ni por Mozart ni por el ingenioso libretista Lorenzo Da Ponte. Huguet trabajó con Patrice Chereau, pero carece del pensamiento clarividente y de las dotes pictórica de su maestro. Sus ideas de dirección, sin embargo, son ambiciosas, y en esta ocasión aportaba luz al escénico gris de Aurélie Maestre. Don Giovanni es, en esta producción, un fotógrafo de grandes y estrellas que va mostrando en una retrospectiva. La primera imagen es la de un beso entre Angela Merkel y Nicolas Sarkozy.
Mozart, el feminista de su siglo, amaba a las mujeres, las pone en primer plano en todas sus óperas, enciende sus defensas, las capacita para resistir a los hombres con astucia y delicadeza subversivas. Tres mujeres enamoradas se alzan contra Don Juan, el galante depredador sexual y asesino del padre de Donna Anna. La soprano eslovaca Slávka Zámecniková fue aquí una hija fogosamente vengativa. La danesa Elsa Dreisig interpretó a una Donna Elvira dispuesta a retener a su amado advirtiendo a las rivales contra él, y la española Serena Sáenz una inocente Zerlina. Formaron un trío maravilloso con un contrapunto masculino igualmente poderoso integrado por Riccardo Fassi (Leporello), Bogdan Volkov (Don Ottavio) y David Oštrek como el personaje secundario de Masetto.
El Don Giovanni de Mozart es el drama de la maquinaria de seducción sin escrúpulos. Su héroe malvado y la música de Mozart, que conmueve el alma, transforman virtuosamente el marasmo moral en lo contrario, en la vitalidad masculina y el glamur embriagador de un héroe seductor que no puede lucirse aquí. Sus víctimas son más fuertes, a la defensiva. «¿Dejar a las mujeres?» se burla Giovanni de la sugerencia de su compañero Leporello, «son tan necesarias para mí como el pan que como, el aire que respiro». A todas ellas debe amar, pues «quien es fiel a una sola es cruel con las demás», canta el seductor. Durante el aria de catálogo de Leporello, las 1003 víctimas femeninas de Giovanni se proyectan a gran velocidad sobre el hormigón lavado desnudo que domina toda la velada. A todas las engañó con la posibilidad de llevarlas a la portada de una revista de belleza y moda. Ni rastro hubo en esta producción sobre la intención de Mozart de proclamar la caída del dominio del Antiguo Régimen (encarnado por Don Giovanni, que ya no consigue nada) y el advenimiento de una sociedad burguesa y humana (encarnada por Don Ottavio). Para Huguet, Don Giovanni está en el origen del movimiento MeToo. Cuando Zerlina y Masetto negocian constantemente hasta dónde se puede llegar ante una seducción, como le parece a Zerlina, se trata de esa libertad moderna que encuentra un límite en el sufrimiento del otro, mientras que la libertad del privilegiado Don Giovanni exige sobre todo sacrificio.
Michael Volle cantó Don Giovanni con aplomo; como intérprete, aquí muy envejecido y obeso, en zapatillas de deporte, camisa azul arrugada y pantalones vaqueros, fue increíble. Mucho más erótico fue el atlético Leporello de Fassi. El Masetto del barítono croata también cautivó con el juego simpático y directamente erótico con Zerlina, cantada deliciosamente y con encanto por la jovencísima soprano española, miembro del ensamble de la Staatsoper. La cantante, nacida en Barcelona subió por primera vez al escenario con 13 años. Fue en el teatro del Liceu, representando Aninka en la ópera infantil Brundibár, de Hnas Krása. Su actuación como Zerlina, le augura un futuro de éxito. Su voz es pequeña, pero brillante.
Zámečníková, una soprano formada en Bratislava, tocó la perfección: posee una voz grande, luminosa, impresionante y una perfecta cultura vocal, igual que la virtuosa y dramática soprano franco-danesa Elsa Dreisig. Dos voces excepcionales sin duda. El ucraniano Bogdan Volkov ejemplificó lo que debe ser un buen tenor mozartiano ante un papel como Don Ottavio, que consigue cantar sus dos arias y brilla especialmente con «Dalla sua pace…». El Commendatore de Peter Rose cubrió sin problemas todo el papel.
El foso dejó un sabor agridulce. Ya la obertura, que el maestro Barenboim cogió con un aburrimiento sin precedentes, con tempi amplios, gruesos y falsamente románticos, no presagiaba nada bueno, aunque todo cambió porque los cantantes estuvieron soberbios en todo momento. * Cocó RODEMANN, corresponsal en Berlín de ÓPERA ACTUAL
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