Montecarlo: EL RAPTO EN EL SERRALLO

28 / 03 / 2019 - Jaume ESTAPÀ - Tiempo de lectura: 3 minutos

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El cartel de voces, encabezado por Bernhard Bettermann y Rebecca Nelsen, brilló en el original montaje de Dieter Kaegi © Opéra de Monte-Carlo
El cartel de voces, encabezado por Bernhard Bettermann y Rebecca Nelsen, brilló en el original montaje de Dieter Kaegi © Opéra de Monte-Carlo

Opéra de Monte-Carlo

Mozart EL RAPTO EN EL SERRALLO

Bernhard Bettermann, Rebecca  Nelsen, Jodie Devos, Cyrille Dubois, Brenton Ryan, Albert Pesendorfer. Orchestre Philarmonique de Montecarlo. Dirección: Patrick Davin. Dirección de escena: Dieter Kaegi. 28 de marzo de 2019.

La acción transcurría en un tren de lujo durante surecorrido: Mónaco, Salzburgo, Budapest, Estambul, El Cairo: un Orient-Express a lo grande. Independientemente del daño colateral causado a la historia de la virginal cristiana y del potentado moro, salúdese el trabajo del escenógrafo Francis O’Connor y el vídeo de Gabriel Grinda.

La escenografía consistió en un vagón de tren visto desde el andén / Opéra de Monte-Carlo

La escenografía, original y bien construida, consistió en un vagón de tren visto desde el andén, que podía mostrar en su interior sus diferentes componentes: el restaurante, el bar, las cocinas, el pasillo, el compartimento de Selim y Konstanze (con una sola cama)… El movimiento del vídeo al fondo –árboles, casas, monumentos notables, nubes, montañas, cielo estrellado…– , cada plano a su velocidad, daba la sensación del avance del vagón, en realidad parado sobre el plató. Bien coordinadas con la música iban llegando las estaciones del recorrido, dando lugar en cada caso al desarrollo de una parte de la acción.

El Selim de Bernhard Bettermann, elegantísimo, más pareció salido de una novela de Thomas Mann que de un cuento de Las mil y una noches, y Albert Pesendorfer (Osmin) con voz de amplio espectro y de tesitura poco grave para el rol, en el papel del malévolo revisor del tren, contribuyeron eficazmente a que toda referencia al imaginario turco, intención primera de la obra, quedara borrada por completo. La única justificación para hacer verosímil la dramaturgia ideada por Dieter Kaegi –que no solo propuso lo del tren–, sería que Konstanze se hallara sometida sin reparo a Selim, ya por dinero, ya por el matrimonio o por otra razón, como la violencia con la que él la maltrató. Que la idea figurase ya en la versión de 1792 parece creíble: la infinita corrección del pachá para con su prisionera en la historia original, resultó verosímilmente de convenciones teatrales de la época.

Brenton Ryan, Pedrillo, tenor de voz muy conforme con el personaje, actuó un poco de ayudante de Osmin, un poco de mil otras cosas más. Estuvo enamorado de Blonde –Jodie Devos de cabellera muy oscura–, pizpireta, que se salió muy bien de su personaje. También la pareja protagonista Rebecca Nelsen –Konstanze– y Cyrille Dubois –Belmonte– torearon con gran eficacia las exigencias dramáticas del director de escena y las vocales del divino maestro austríaco, si bien se notó algún descontrol por parte de la soprano en el agudo en forte.

La orquesta dirigida por Patrick Davin y el coro, bien preparado por Stefano Visconti y claramente presionado por el director de escena, cumplieron sobradamente en sus cometidos.