Minkowski, caballero de la orden Meyerbeer

Ginebra

05 / 03 / 2020 - Albert GARRIGA - Tiempo de lectura: 3 min

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Ana Durlovski triunfó con su excelente coloratura © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS
Michele Pertusi fue un elegante Marcel © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS
El montaje, dirigido por Jossi Wieler y Sergio Morabito, sitúa la acción en el rodaje de un film © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS

Grand Théâtre de Genève

Meyerbeer: LES HUGUENOTS

Nueva producción

Ana Durlovski, Mert Süngü, Michele Pertusi, Léa Desandre, Laurent Alvaro, Rachel Willis-Sorensen, Alexandre Duhamel, Anicio Zorzi Giustiniani, Florian Cafiero, Donald Thomson, Tomislav Lavoie, Vincenzo Neri, Harry Draganov, Iulia Surdu, Céline Kot, Rémi Garin. Dirección: Marc Minkowski. Dirección de escena: Jossi Wieler & Sergio Morabito. 28 de febrero de 2020.

A pesar de la amenaza de cancelación que sobrevoló las funciones de Les Huguenots a causa del coronavirus y por la aplicación de la ley federal suiza contra epidemias –que obliga a cancelar cualquier evento a partir de mil personas–, el Grand Théâtre de Genève, con un aforo de 1.500 localidades y con un rápido movimiento de cintura consiguió, afortunadamente, salvar todas las funciones de la grand opéra de Meyerbeer reduciendo drásticamente su aforo a 900 localidades para cada sesión.

Así pues, Meyerbeer se salvó, y es que esta renaisance que está viviendo el compositor alemán, tan querido y popular hasta principios del siglo XX, no podía perder la ocasión de volver al escenario suizo después de casi un siglo de ausencia por motivos ajenos a lo artístico. Y por fortuna lo hizo de manera íntegra y con un gran equipo artístico, encabezado por un inspirado Marc Minkowski que apenas realizaría algún corte, recuperando incluso fragmentos que el propio Meyerbeer descartaría antes del estreno. El trabajo del director musical fue una delicia frente a la Suisse Romande, con un gesto dúctil y sutil, además de un delicioso control del fraseo y de la musicalidad a pesar de pecar de algún desajuste en los metales. Una maravilla poder escuchar también la viola d’amore y el bajo clarinete, y que la regia los haría subir al escenario como ya habría hecho Harry Kupfer en alguna producción wagneriana. El coro resultó también un auténtico protagonista en todas sus intervenciones y ofreció un sonido homogéneo, brillante, además de una solidez técnica y coral impresionantes como en “Nous voilà, nous voilà!” del tercer acto, o en la desgarradora escena final.

"El numeroso elenco brilló también de manera especial, destacando la soprano norteamericana Rachel Willis-Sorensen (Valentine) con un delicioso y timbrado instrumento, sobrado de proyección y de sentida musicalidad"

El numeroso elenco brilló también de manera especial, destacando la soprano norteamericana Rachel Willis-Sorensen (Valentine) con un delicioso y timbrado instrumento, sobrado de proyección y de sentida musicalidad, que hizo brillar especialmente en su sentida página “Je suis seule” o en “Ô terreur! Je tressaille au seul bruit de mes pas”; pero también en el precioso dúo con Marcel –claro precedente verdiano– o el gran dúo final del cuarto acto junto a Raoul. Como el hugonote protagonista en una única función y debutando en el rol, se defendió, y con muy buena nota, el tenor turco Mert Süngü, quien pese a algunos nervios –normales– en la Romance de entrada “Plus blanche que la blanche hermine”, con algún desajuste en la afinación y en la coloratura, llevó a buen puerto la difícil y extensa parte de Raoul. Brilló especialmente en “Aux armes, mes amis!”, una escena de especial bravura. La soprano Ana Durlovski (Marguerite) exhibió un excelente control técnico y de la coloratura, a pesar de un timbre algo oscuro y de una ineficiente proyección del sobreagudo. Michele Pertusi (Marcel) fue un alarde de elegancia en el fraseo, aunque se le echaría de menos algo más de cavernosidad en el registro grave-profundo. Muy bien también la mezzo Léa Desandre como Urbain, siempre entregada y especialmente pizpireta en “Non, non, vous n’avais jamais”.

Los siempre sorprendentes conceptos dramáticos de la pareja artística formada por Jossi Wieler y Sergio Morabito encontró en los años dorados del cine de Hollywood o, incluso también, en la mítica Cinecittà italiana, su hilo conductor, relegando al papel de productora de la/s película/s a Marguerite de Valois, en una mezcolanza algo confusa –con westerns, zombies y hasta con citas a Esther Williams–, que más que asentar el hilo dramático de la historia, satiriza los nefastos hechos históricos que narra el libreto y ridiculiza a algunos personajes como a Raoul, convertido en un mero bufón. Quizás el momento más conseguido fue el del ballet del quinto acto, con toda la corte en escena mientras se va rodando la película, e interrumpiendo el festín por las llamadas telefónicas incesantes que Catalina de Medici recibía, verdadera mano negra del fatal desenlace de los protestantes.