Milán: Reencuentro händeliano

31 / 10 / 2019 - Andrea MERLI - Tiempo de lectura: 3 min

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Giulio Cesare Un momento de la producción de Robert Carsen de 'Giulio Cesare' © Teatro alla Scala / BRESCIA & AMISANO

Teatro alla Scala

Händel: GIULIO CESARE

Nueva producción

Bejun Mehta, Christophe Dumaux, Luigi Schifano, Philippe Jaroussky, Christian Senn, Renato Dolcini, Sara Mingardo, Danielle de Niese. Dirección: Giovanni Antonini. Dirección de escena: Robert Carsen. 23 de octubre de 2019.

Regresó a La Scala tras una única y fugaz aparición en 1956 el Giulio Cesare, un reencuentro händeliano que podría considerarse como un estreno en el teatro milanés, ya que ha sido presentado con todas las garantías filológicas, estilísticas y musicales en comparación con la de 63 años atrás en que a los cortes de escenas enteras y eliminación del da capo de muchas arias se unía un reparto constituido por grandes nombres pero completamente ajeno al repertorio barroco, de Rossi-Lemeni y Corelli a Zeani o Simionato bajo la guía de Gianandrea Gavazzeni, maestro prestigioso pero generoso con la tijera.

"Una dirección dignísima la de Giovanni Antonini, con acierto en la elección de los fragmentos a suprimir y en la reducción de los tres actos originales a dos partes"

La primera nota positiva de este reencuentro, pues, ha de referirse a la lectura musical, confiada a Giovanni Antonini, a quien el calificativo de especialista quedaría corto. Una dirección dignísima la suya, con acierto también en la elección de los fragmentos a suprimir y en la reducción de los tres actos originales a dos partes, para un total de tres horas y media de música. La Orquesta de La Scala, con instrumentos históricos, salió triunfante del empeño y en sus breves intervenciones el coro, preparado como siempre por Bruno Casoni, hizo otro tanto en el control de las dinámicas.

En el cuadro de solistas predominaban los contratenores con el célebre y siempre celebrado Bejun Mehta en cabeza en el papel de César. Christophe Dumaux (Tolomeo) acabó siendo el mejor de todos ellos, con Luigi Schifano en Nireno (un nombre a seguir con atención) y el sopranista Philippe Jaroussky, un Sesto con una voz de adolescente no excesivamente agradable. De Achillla y Curio se responsabilizaban dos buenos barítonos como Christian Senn y Renato Dolcini, mientras el papel de Cornelia correspondía a la siempre excepcional Sara Mingardo y el de Cleopatra a la soprano Danielle De Niese, que sustituía a la prevista Cecilia Bartoli, a la que no se echó en falta gracias a la prestación de la magnífica De Niese, cuya sola interpretación ya compensaba el precio de la entrada.

Carsen al frente del montaje

La nueva producción ofrecía la dirección escénica de Robert Carsen y su equipo habitual de Gideon Davey para la escenografía y el vestuario, Peter Van Praet para la luminotecnia, Rebecca Howell para la coreografía, Will Duke para las proyecciones, con Ian Burton en funciones de dramaturgo. Obviamente, la transposición a tiempos modernos resultaba casi obligada y en consecuencia los egipcios han sido convertidos en los árabes del petróleo (Cleopatra al final inaugurará el oleoducto deseado por César) o en terroristas violentos, mientras los romanos, son los buenos en su nueva piel ya sea de norteamericanos o de fuerzas de paz occidentales.

Carsen es un buen regista que sabe mover las fuerzas a sus órdenes de modo que el espectáculo obtenga el favor del público, que se lo pasa bien riendo, pero no se puede obviar la constatación de que hay aquí muchas cosas ya vistas en otros espectáculos del regista y cierta rutina autocomplaciente en el resultado. El público, insólitamente numeroso, aplaudió las arias y tributó una acogida triunfal a la función. Parece que el Barroco está finalmente siendo tendencia en Italia.