Mark Padmore en el umbral del desquiciamiento

Madrid

21 / 06 / 2022 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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cndm-operaactual-padmore-1.jpg Mark Padmore y el pianista Kristian Bezuidenhout © CNDM / Rafa MARTÍN
cndm-operaactual-padmore-1.jpg Mark Padmore y el pianista Kristian Bezuidenhout © CNDM / Rafa MARTÍN

Centro Nacional de Difusión Musical

Recital de MARK PADMORE

XXVIII Ciclo de Lied

Obras de Robert Schumann. Kristian Bezuidenhout, piano. Teatro de La Zarzuela, 20 de junio de 2022.

Robert Schumann, una de sus grandes especialidades, concentraba el nuevo recital del tenor Mark Padmore en el Teatro de La Zarzuela. En la segunda parte, ofreció un Dichterliebe (Amor de poeta) narrado como una novela concentrada en algo más de media hora, con pausas variables entre las canciones, como una obra orgánica y viva, en la que la extrema concentración de cada pieza compone una exposición de conjunto repleta de lirismo, pero también con múltiples aristas afiladas, dolorosas y contradictorias. Por algo es una de las cumbres del Romanticismo, basada en los poemas de Heinrich Heine.

"El desequilibrio radical que se pone en escena, sin necesidad de hacer teatro, requiere una concentración absoluta, y una expresividad fuera de serie, al mismo tiempo apasionada y distanciada, capaz de decir cantando la expresión amorosa más ingenua"

Padmore conoce a la perfección el ciclo y resucita al poeta malherido que en él se expresa sin perder la distancia, ni confundirse con él. Llega así a una intensidad extraordinaria, como si el solo hecho de cantar escenificara el abismo y el desquiciamiento que amenazan a Schumann y a su poeta. Claro que no hay gesto más difícil: el desequilibrio radical que se pone en escena, sin necesidad de hacer teatro, requiere una concentración absoluta, y una expresividad fuera de serie, al mismo tiempo apasionada y distanciada, capaz de decir cantando la expresión amorosa más ingenua en “Aus meinen Tränen spriesen” (“De  mis lágrimas brotan”) hasta el deseo de aniquilación del amor –y de las canciones de amor– en “Die alten, bösen Lieder” (“Las viejas y horribles canciones”), pasando por el cinismo cercano al sarcasmo de “Ein Jüngling liebt ein Mädchen” (“Un muchacho quiere a una muchacha”). En la primera parte Padmore y el pianista Kristian Bezuidenhout ofrecieron los menos conocidos Doce poemas de Justinus Kerner, un ciclo que adquiere la categoría de tal cuando los intérpretes consiguen expresar y extraer de él el desequilibrio, la amargura y la infinita nostalgia de la belleza que atesoran. Aún más exigente en lo vocal que el Amor de poeta, este conjunto de canciones requieren un articulación impecable, subidas a registros muy altos (como en la plegaria de  “Stirb, Lieb’ und Freud!”“¡Muere, amor y dicha!”–) apianados infinitos sobre notas muy dificultosas…

Asumir, en definitiva, riesgos extraordinarios para el cantante, que Padmore sigue abordando sin regatear en lo más mínimo, con una precisión y una justeza fuera de serie, basando en un centro de gran solidez y belleza. Como en Dichterliebe, Padmore evita el melodrama, y alcanza, sin miedo a mostrar el esfuerzo realizado, un grado próximo a la alucinación. Un planteamiento tan radical y tan humano requiere un pianista a la altura, y Kristian Bezuidenhout, que abandonó por una tarde su querido pianoforte, lo estuvo. Más aún cuando en los dos ciclos Schumann hace del piano un auténtico protagonista. Lo es en los famosos postludios que acaban y culminan muchos de los poemas, como en “Ich Will meine Seele tauchen” (“Quiero sumergir mi alma”), pero también al asumir la voz cantante en bastantes otros, cuando le toca a la parte vocal acompañar al piano que la lleva, como en “Shensucht nach der Waldegegend” (“Nostalgia del bosque”). Gran éxito, de los que reflejan una especial emoción, que los dos artistas cerraron con uno de los Lieder sobre Heine que Schumann descartó de la versión definitiva de Dichterliebe.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL