CRÍTICAS
NACIONAL
'Marie', sobredosis dramática con música torrencial
Sevilla
Teatro Lope de Vega
Germán Alonso: MARIE
Xavier Sabata, Nicola Beller Carbone, Pablo Rivero, Julia de Castro, Luis Tausía. Ensemble Proyecto Ocnos. Dirección de escena: Rafael R. Villalobos. 10 de abril de 2021.
En 2019 se celebró en estas mismas páginas el estreno de la ópera The Sins of the Cities of the Plain, obra de Germán Alonso (Madrid, 1984), que hacía reposar valientemente toda su fuerza interpretativa en Niño de Elche. Hace unos meses, envarada en mitad de una pandemia y una tormenta de nieve, el madrileño Teatro de La Abadía estrenaba Marie, nueva ópera del compositor, un paso más ambicioso que el anterior con el abrazo ahora de la temporada del Teatro Real, en la que se insertó.
Ha sido rápido el nuevo director del Teatro Lope de Vega de Sevilla, Carlos Forteza, en fichar la primera reposición de este trabajo en su recién estrenada temporada como responsable del espacio escénico. Una decisión que, se confía, tiene no poco de aviso a navegantes. Su deseo de abrir el teatro a la nueva creación también pasa por la ópera contemporánea, algo que habrá de aquilatarse en los próximos meses con la lógica sinergia del Teatro de La Maestranza. En todo caso, esta Marie ha supuesto la constatación de aquella primera sensación que dejó The Sins; Germán Alonso es un creador absolutamente sagaz e inspirado al trabajar con material dramático y su música, desinhibida pero militantemente exploratoria, se adapta con ejemplaridad a las imágenes. En esta verificación no se debe hurtar mérito a los inspiradores del primer proyecto de Alonso (también coprotagonistas de este), los músicos de Proyecto Ocnos (Gustavo Domínguez Ojalvo y Pedro Rojas-Ogáyar) que, como célula sónica, se multiplican con más músicos en función de las necesidades de unas empresas y otras.
No deja de ser paradójica la contemplación de una ópera que, a su medida, es un reverso siglo XXI de Wozzeck, de Alban Berg, en una ciudad en la que, casi un siglo después, la obra maestra del compositor austríaco aún no ha sido vista. Ahora bien, tampoco resulta complicado justificar, hoy, una pieza de teatro musical como Marie, que aborda la violencia de género desde una perspectiva dramática un tanto espartana y hasta, a veces, tópica, con mujeres que viven su sexualidad en el contexto de la prostitución y la droga y con el contrarrelato del hombre atormentado que toma el camino de la violencia para ahogar en sangre sus miserias. ¿Por qué no reivindicar sexualidades más libres y alejadas de mal? El libreto de Lola Blasco se crece en los alambicados y seductores discursos que se dan con voz en off –en los que se cruza a Napoleón con Rousseau y el Marqués de Sade– y se embarra en algunos diálogos escrito con tiralíneas. En este sentido, sobra teatro y falta un poco más de concreción, la que es capaz de dar la narradora, la música y las voces cantadas, sin necesidad de interludios teatrales que fracturan la continuidad y dilatan el suceso que se nos cuenta.
La realización escénica de Rafael R. Villalobos resulta soberbia pese a los limitados medios con los que juega, una imponente cruz rematada con neones que se mueve en el espacio representando, libérrimamente, estaciones del via crucis. Hay un afán de envolver a Marie en una sordidez explicitada por cuerpos desnudos (una vez más, más femeninos que masculinos) y en el medido uso de luces estroboscópicas; un recurso que el cineasta Gaspar Noé ha llevado en la retorcida y sensacional Lux Aeterna (2019) al mayor nivel de delirio epiléptico posible y al que Villalobos acude en algunos de los instantes de mayor rotundidad escénica del montaje. Transiciones en las que se impone la música amorfa (por sólida y orgánica) de Alonso, que nuevamente recurre a la amalgama acústica y electrónica para crear momentos de furibunda intensidad sin caer en clichés incidentales. También escapa de lo previsible en las partes cantadas. Ni rastro aquí de esos tics de zarzuela contemporánea en los que han incurrido no pocos (grandes) compositores a la hora de abordar el género operístico. Se opta por la declamación y también la impostación; en algunos pasajes guturales en la voz de Xavier Sabata se parece adivinar a la del mismo Niño de Elche de The Sins. El contratenor realizó una labor encomiable en los pasos de canto natural a falsete. Por su parte, Nicola Beller Carbone fue una Marie, víctima, de voz de centro denso, casi mezzo en ciertos momentos, en uno y otro se admira su intensa entrega actoral a una obra cuyo mejor epílogo podría constituir una nueva adición que cerrara una hipotética trilogía de miserias contemporáneas.
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