Mahagonny, la dictadura nacida del placer

Berlín

14 / 10 / 2021 - Cocó RODEMANN - Tiempo de lectura: 3 min

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Una escena de la producción de Barrie Kosky © Komische Oper Berlin / Iko FREESE
Una escena de la producción de Barrie Kosky © Komische Oper Berlin / Iko FREESE

Komische Oper Berlin

Kurt Weil: ASCENSO Y CAÍDA DE LA CIUDAD DE MAHAGONNY

Allan Clayton, Nadja Mchantaf,  Jens Larsen. Philipp Kappeller. Dirección de escena: Barrie Kosky. Dirección musical: Ainārs Rubiķis. 2 de octubre de 2021.

El dramaturgo Bertolt Brecht y el compositor Kurt Weill intentaron con esta obra denunciar la degradación a la que arrastra al ser humano una sociedad basada en un sistema de producción capitalista en la cual impera la ley del valor, y la burguesía en el poder solo busca como objetivo fundamental aumentar sus ganancias. Para el director teatral y hasta la pasada temporada intendente de la Komische Oper, Barrie Kosky, esta ópera es, además, una continuación de Moses und Aron de Schoenberg y parte de una trilogía que incluiría Anatevka.

Kosky ya ha llevado a escena estas dos últimas y en ambos casos de acuerdo a conceptos pseudo-religiosos desprovistos de todos los elementos del espectáculo. Su visión de Mahagonny también requiere un esfuerzo. Es la anti-ópera. La escenografía de Klaus Grünberg se reduce a dos paredes con cortinas de estructura de red a ambos lados del escenario, formando un espacio claustrofóbico.  En este ambiente hostil, los habitantes de Mahagonny viven como una masa invisible detrás de las paredes o salen arrastrándose por las escotillas en el piso. Cuando se retiran las cortinas, las paredes dejan al desnudo grandes espejos, una invitación a la autorreflexión del ego en las redes sociales.

"El ser humano en la producción de Kosky es un monstruo y así lo enseña, acuchillándose uno al otro, sin sutilezas"

Ningún personaje irradia comprensión o simpatía en la desgarrada y oscura Mahagonny, una ciudad que surge en el desierto como Sodoma y Gomorra y sucumbe a la perdición y el canibalismo explícito cuando el dinero se acaba y la sociedad revienta. El ser humano en la producción de Kosky es un monstruo y así lo enseña, acuchillándose uno al otro, sin sutilezas. Cuando la ciudad degenera por falta de valores, llega a la brutalidad, una asociación con la dictadura del nacionalsocialismo que llevo a Brecht y a Weill al exilio.

Solo el colorido ingenioso de la partitura aligera esta producción, aunque la orquesta de la Komische Oper no puso demasiado empeño en ella. El director musical Ainārs Rubiķis, tuvo problemas para coordinarse con los cantantes y éstos con el foso. De esta producción los aplausos sólo fueron para el tenor Allan Clayton (Jimmy Mahoney) y por la interpretación de una Nadja Mchantaf tan devota del destino como orgullosa. La mezzo Nadine Weissmanb, en el papel de viuda Begbick, se centró más en la escena que en el canto. De su interpretación, como prácticamente de toda la obra, quedó un sabor amargo y desilusionante. En su conjunto, un arranque de temporada monótono y negro, incluido el vestuario, para un Kosky que intentó, sin éxito, hacer un teatro musical moralizante. Dejó más preguntas que respuestas.  * Cocó RODEMANN, crítica en Berlín de ÓPERA ACTUAL