Madrid: Afkham acertó a la primera

25 / 10 / 2019 - Mario MUÑOZ - Tiempo de lectura: 3 min

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OCNE auditorio nacional La Orquesta Nacional de España en el Auditorio Nacional de Música de Madrid © ONE / Rafa MARTÍN

OCNE

Wagner: TRISTAN UND ISOLDE

En versión de concierto

Petra Lang, Frank van Aken, Violeta Urmana, Brindley Sherratt, Boaz Daniel, Roman Sadnik, Roger Padullés y Ángel Rodríguez Torres. Orquesta y Coro Nacionales de España. Dirección: David Afkham. Dirección de escena: Pedro Chamizo. Auditorio Nacional, 17 de octubre de 2019.

Contaba Sir Georg Solti en sus Memorias el monumental enfado que se traía con él Richard Strauss por dirigir Tristan. «Dígame por qué en el último acorde de la ópera tocan todos los instrumentos menos el corno inglés». El corno representa la poción, y muertos los protagonistas ya no tiene efecto la pócima ni sentido que suene el corno. Obviamente, en un tutti final de una orquesta haciendo un mismo acorde la ausencia del corno no se percibe, pero es una cuestión conceptual. De esa manera tan sutil le hacía entender Strauss al soberbio Solti su inmadura comprensión arquitectónica. También Clemens Krauss afirmaba que «nadie que dirija su Tristan por primera vez puede hacerlo bien».

"David Afkham supo identificar los puntos ciegos de la partitura, los hitos armónicos y castillos de naipes motívicos para pronunciar con belleza y solidez el impronunciable dialecto wagneriano"

Todo este captatio benevolentiae, como dirían los clásicos, sirve para introducir que David Afkham dirigió su primer Tristan y lo hizo bien. Hasta muy bien, si se quiere. El director alemán supo identificar los puntos ciegos de la partitura, los hitos armónicos y castillos de naipes motívicos para pronunciar con belleza y solidez el impronunciable dialecto wagneriano. No llegó a todo pero extrajo de la ONE morbidez sonora, nitidez en el empaste y buena gradación dinámica. Quedan para próximas lecturas algo más de fuego y sentido del misterio. Quede constancia de la valentía de algunas decisiones, como el reducido cuerpo de cuerdas desplegado en escena para intentar no ahogar a los cantantes con una sonoridad plena de orquesta fuera de foso.

En lo vocal, los teóricos alrededores estuvieron mejor que los epicentros. Violeta Urmana hizo una Brangania con sabor a Isolda, de emisión cuidada y oscura. El único pero es que acaparó, sin pretenderlo, más atención que la propia Petra Lang. La Isolda de la mezzo alemana fue humana en el sentido menos positivo del término. Para este papel se precisa una cantante utópica y Lang tuvo dificultades tanto en la proyección del registro medio como en la afinación de algunas frases agudas, a cuenta de no perder su volumen. A pesar de todo, su Liebestod conmovió y transportó, que es lo que se le pide. Esforzado en un inicio y fatigado en su final fue el Tristán de Frank Van Aken, sin mezza voce pero con mucho énfasis y mucha partitura. Fantástico el oscuro y sensible Marke de Brindley Sherratt y a buen nivel el resto del elenco, transmitiendo sensación de reparto compacto.

Las escuetas capacidades escenográficas del auditorio las aprovechó Pedro Chamizo con una sencilla y lucida propuesta de luces con vis metafórica. Mención especial merecieron el coro masculino y el tan manido corno inglés, excelentemente interpretado por José María Ferrero de la Asunción.

Si incluir óperas en versión concierto pasará por una de las mejores ideas de la presente época de la OCNE, la velada de ayer con dirección de David Afkham se recordará por mucho tiempo, tal vez no por la perfección, pero sí por el arrojo.