CRÍTICAS
NACIONAL
Machaidze y Chacón-Cruz, 'La Traviata' en solo dos nombres
Sevilla
Teatro de La Maestranza
Verdi: LA TRAVIATA
Nino Machaidze, Anna Tobella, Megan Barrera, Arturo Chacón-Cruz, Dalibor Jenis, Manuel de Diego, Carlos Daza, Andrés Merino, Cristian Díaz, Juan José Almonte, Javier Barea, Vicente Barragán. Dirección musical: Pedro Halffter. Dirección de escena: David McVicar. 14 de julio de 2022.
No dejaba de constatar la imagen que ofreció el Teatro de La Maestranza el pasado 14 de julio una realidad. La idea de programar títulos populares en las primeras semanas del verano alcanza una incontestablemente óptima respuesta del público. En una ciudad sofocada por una ola de calor generalizada que la azotaba en esa jornada muy especialmente, las 1.800 personas que llenaban el coliseo sevillano dieron la respuesta a esa realidad exterior. Solo por eso, que se repetirá de forma extensa en las sucesivas funciones, ya es justificable esta cuarta repetición de La Traviata en la programación lírica. Como también lo sería, siempre en fechas similares, la de otros señuelos del repertorio popular prestos a hacer taquilla, sanear las arcas y, como guinda, servir de reclamo turístico en la temporada más difícil de la urbe.
Distinto asunto es que los reclamos usados, a veces, sean más o menos interesantes. Estas representaciones se han anunciado como la puesta en escena que Verdi hubiera deseado, toda vez que en su momento la censura obligó a trasladar la ambientación a un tiempo anterior para acolchar la crítica social. Puestos a hacer ciencia ficción (La Traviata que Verdi que hubiera querido ver…) se puede pensar que, en realidad, el compositor de Busseto habría anhelado unas funciones siempre concretadas en el tiempo exacto en que estas se dieran, para que así se pudiera entender mejor el link del relato con la eterna y siempre vigente realidad de las falsas apariencias y la doble moral.
La muy amortizada producción de David McVicar, en el sentido de lo expresado, actúa en la contra. Ambienta La Traviata con algo más de exactitud (no escrupulosamente) en el tiempo ideal de concepción de la partitura, pero todo lo que se muestra parece martillear la idea de que el libreto de Francesco Maria Piave siga vigente. Hay cero arrojos en una puesta escena convencional que, simplemente, se limita a enmarcar las acciones de la obra. Así pues, ni lectura entre líneas de las motivaciones de los personajes, ni conexión alguna con el presente (todo queda en el terreno del anacrónico folletín dieciochesco), mucho menos se comprende la psicología de los personajes, todos ellos presentados de forma envarada (el doctor calándose a cámara lenta su mascota y asido a un maletín de atrezo, Alfredo cantando mientras se viste con ropa de mosquetero, Violetta declamando moribunda sin atisbo de afectación…). Lo único interesante no queda nada claro si no se está en un piso alto: todo sucede sobre la lápida de la protagonista y es un flash-back en la cabeza de Alfredo.
Felizmente, en lo vocal, todo funcionó como un engranaje. Se disfrutó muy especialmente con Arturo Chacón-Cruz, quien con un centenar de encarnaciones de Alfredo Germont tiene este título en la sangre. El tenor mexicano lució una ejemplar voz verdiana, sin asomo de engolamiento, que hizo correr de forma absolutamente natural y sin que se sintiera ningún atisbo de estrangulamiento en los momentos de mayor proyección. Desde el temprano dúo “Un dì felice, etérea”, se supo que su presentación iba a ser de muchos quilates, siempre atento al estilo, al fraseo y también, cuando convenía, a la bravura en las arias más pirotécnicas.
Similares adjetivos calificativos se pueden aplicar a la Violetta de Nino Machaidze, de rabiosa fuerza expresiva y gran aplomo en los momentos más complejos (toda la extensa secuencia junto al padre de Alfredo). Su voz, plenamente reconocible (lo que es un valor en tiempos de excesiva homogeneización canora), se llenó de colores y se valora el control exquisito de la media voz que hizo en muchos momentos.
Excesivamente recio estuvo Dalibor Jenis como Giorgio Germont, algo huérfano de delicadeza en el fraseo y con voz cavernosa, muy afectada dramáticamente. El resto de cantantes, en sus roles secundarios, cumplió con profesionalidad (Tobella, Barrera, De Diego, Merino…), así como también el Coro del Maestranza.
En el podio, la vuelta de quien fuera director artístico del Maestranza y la Sinfónica de Sevilla, Pedro Halffter, fue recibida con un caluroso aplauso primero y una ovación cerrada en su aparición en el escenario al final. A quienes le han criticado en algunas ocasiones su afición al volumen orquestal, el maestro madrileño les contestó con una versión de buen músculo dramático pero esmerada atención a las voces, que fue puro vapor y delectación en los primeros acordes y la construcción de la música más maravillosa que compuso Verdi, concentrada en la obertura de esta ópera. * Ismael G. CABRAL, corresponsal en Sevilla de ÓPERA ACTUAL
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