Los lirios florecen en Japón de la mano de Orfeo

Orfeo ed Euridice es una ópera que deja mucho espacio a la danza. En esta producción los bailarines eran solo cuatro, pero todos excelentes, expresando siempre sentimientos humanos y aludiendo a fenómenos de la naturaleza. La musa de Teshigawara, Rihoko Sato, exhibía unos movimientos que tan pronto recuerdan a un rio como a un torbellino y Alexandre Riabko, bailarín principal del prestigioso Hamburg Ballet, demostró su capacidad para narrar con la forma y el movimiento. También los jóvenes bailarines Joe Takahashi y Shizuka Sato se mostraron a la altura del empeño.

La vertiente musical fue confiada a Masato Suzuki, un director experto en barroco, pero cuyo amplio repertorio llega hasta la música contemporánea. Mostró su brío al frente de la Filarmónica de Tokio, que es una orquesta moderna, aunque incorporaba. algunos instrumentos de época como el chalumeau y el cornetto para añadir una sugestiva tonalidad pastoral a la música. En el clavicémbalo podía lucirse Mai Shigeoka. En el segundo acto se intercaló la Danza de las furias de la versión de París antes de la de los espíritus beatos.

El éxito de una ópera depende de sus protagonistas. El contratenor americano Lawrence Zazzo cantó magníficamente la parte de Orfeo, con voz sonora y canto muy musical, interpretando en profundidad los sentimientos del protagonista. Su “Che farò senza Euridice” fue ofrecida con un fraseo transido de dolor y resultó totalmente convincente. Valda Wilson como Euridice hizo alarde una voz cálida y de un buen nivel interpretativo, mientras Rie Miyake exhibía una voz de notable limpidez.

El coro del National Theatre cantó casi siempre en una posición inmóvil pero con una vocalidad expresiva y variada. El teatro estuvo muy concurrido y hubo aplausos cordiales y prolongados para todos.  * Mika INOUCHI, corresponsal en Tokio de ÓPERA ACTUAL