Londres: Un 'Don Pasquale' sin profundidad

25 / 10 / 2019 - Eduardo BENARROCH - Tiempo de lectura: 3 min

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Don Pasquale London Bryn Terfel, como Don Pasquale © ROH / Clive BARDA
Don Pasquale London El Don Pasquale de Bryn Terfel con la Norina de Olga Peretyatko © ROH / Clive BARDA

The Royal Opera, Covent Garden

Donizetti: DON PASQUALE

Nueva producción

Bryn Terfel, Markus Werba, Olga Pretyatko, Ioan Hotea, Bryan Secombe. Dirección: Evelino Pidò.  Dirección de escena: Damiano Michieletto. 14 de octubre de 2019.

Un Don Pasquale sin profundidad, de pocas luces, que revelaba ignorancia sobre la vejez y su significado, reemplazó a una producción anterior que al menos era inteligente a pesar de ser architradicional. Entre Damiano Michieletto y Jonathan Miller, autor del anterior montaje, hay un golfo intelectual de diferencia y no se vio la necesidad de reemplazar una producción que funcionaba bien a solo 14 años de su estreno.

"Michieletto ve a Don Pasquale como una figura a la que hay que castigar; no solo Norina se sale con la suya, sino que además Don Pasquale termina en una silla de ruedas listo para ser llevado a una residencia de ancianos"

Michieletto ve a Don Pasquale como una figura a la que hay que castigar; en su propuesta no solo Norina se sale con la suya, sino que además Don Pasquale termina en una silla de ruedas listo para ser llevado a una residencia de ancianos… Que Don Pasquale sea una una figura arquetípica y cómica es obvio, y ha sido y seguirá siendo una figura operística muy querida. Lo que la visión de Michieletto ha hecho es convertirla en una humorada sin asidero.

Tampoco este director de escena presenta a los personajes de forma creíbles. ¿Cómo es posible que una mujer que está en el mundo de la moda, una joven sofisticada, vea algo atractivo en un joven sin metas, mal vestido, haragán y sin humor? ¿La anciana que ayuda a Don Pasquale es una fumadora empedernida, y que más?

Reemplazar la anterior producción por esta novedad confirma que este teatro muchas veces no sabe muy bien lo que hace. Los decorados de Gilles Rico presentaban el esbozo de una casa, un marco fluorescente sin paredes. En este vacío se desarrolla una acción que está llena de lugares comunes, manos en la frente, ceños fruncidos… Michieletto, en su regreso al Covent Garden, usa una cámara para proyectar a los personajes sobre una pantalla gigante. ¿Pero dónde quedan entonces las reglas de la ópera como género? Una de ellas son los gestos amplios para que lleguen a los espectadores más lejanos. No se pide regresar al siglo XIX, pero si se pide talento, inteligencia y coherencia dramática, y no hubo nada de eso.

Bryn Terfel cantó el rol central con vigor, con simpatía y con voz brillante, pero la producción lo convertía en un villano.  Markus Werba dibujó un personaje escurridizo, con nada de Doctor, y sí con mucho de manipulador; la voz corría bien, pero faltó buen fraseo, dinamismo y cambios de color. En cambio, Olga Peretyatko bullía como un volcán, llena de energía, como una actriz consumada, si bien la voz por momentos sonaba áspera y ácida. Ioan Hotea fue un Ernesto de apariencia y carácter desteñidos, de voz adecuada, pero nada más, y Bryan Secombe produjo una de sus sensacionales caricaturas como Notario.  Evelino Pidò aportó toda la energía posible desde el foso, pero el espectáculo, aunque divertido, era casi un cadáver.