CRÍTICAS
NACIONAL
Lisette Oropesa hace historia en el Real
Madrid
Teatro Real
Verdi: LA TRAVIATA
Versión semi-escenificada
Lisette Oropesa, Ivan Magri, Nicola Alaimo, Sandra Ferrández, Marifé Nogales, Albert Casals, Isaac Galán, Tomeu Bibiloni. Dirección: Nicola Luisotti. Concepto escénico: Leo Castaldi. 28 de julio de 2020.
Quinta Violetta Valéry de esta Traviata de semi-letargo escénico que el público aplaudió a cada intervención, encantado de reencontrarse. Lisette Oropesa era la más esperada y lo justificó con creces, susurrando al público una muerte al oído con ese cantar cercano que tan pocos consiguen aplicar con dignidad. No es necesario centrarse en la bien colocada emisión, ni la coloratura sin huecos del primer acto, o los sobreagudos lanzados casi con despilfarro, entre filados y messa di voce. Todo eso lo hubo, pero la magia estuvo en los detalles ignorados, donde nadie mira (como quien “acaricia a un animal dormido”, que decía Borges). El éxito estuvo en el “Oh!” de Violetta al escuchar a Alfredo a lo lejos “Amor è palpito”, una exclamación de pellizco en el estómago, que musicalmente es poca cosa –con gama media de registro y proyección discreta–, pero que guarda el secreto de por qué funciona ahí una cabaletta. O el amargo, descarnado, feo si se quiere “È tardi!” de la escena final, justo antes del retorno de aquel Ulises engañado. Es en esos momentos donde una voz demuestra gusto por lo que ocurre debajo de las notas, respeto al sentido del canto, luz primordial para iluminar lo oscuro del personaje.
El éxito fue arrollador, como ya se venía intuyendo, con salida entre bambalinas al acabar el primer acto y persecución del bis por buena parte del público hasta conseguirse en el “Addio del passato”. Fue un momento histórico, sin duda, entre otras cosas por ser el primer bis de una mujer en solitario tras la reapertura del Real. Otra cosa es que La Traviata, dramáticamente hablando, no tenga lugar para hacer un bis como el que solicitaban a Oropesa. “Follie! Follie!” es demasiado temprana y aquí, en “Addio”, es demasiado tarde. Una especie de remorirse que rompe el difícil hilo de lo creíble.
El resto de protagonistas cumplieron conscientes de que el premio de la noche ya estaba dado desde el principio. El Alfredo de Ivan Magrì se ha ido matizando con el paso de las funciones, y estuvo menos obsesionado con el forte y más atento al legato, con momentos de buena lumbre como el “Parigi, o cara”. Alaimo dibujó un Germont père seguro, de bello timbre en la zona media y aguda e innegable seducción en la manera de organizar los acentos y ataques.
Nicola Luisotti se despidió de Madrid por apenas mes y medio (volverá para el Ballo de septiembre) con una lectura con cada vez menos sombras, sólidamente verdiana y centrada en el acompañamiento de la voz como verdad única, como si de un intelectual de la Camerata Bardi se tratase. Éxito rotundo y merecido.
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