CRÍTICAS
NACIONAL
'Les pêcheurs' de Bizet, cuarenta años después
Oviedo
Ópera de Oviedo
Bizet: LES PÊCHEURS DE PERLES
Clausura de la temporada
Ekaterina Bakanova, Celso Albelo, Borja Quiza, Felipe Bou. Dirección: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: Yoshi Oïda. Teatro Campoamor, 25 de enero de 2021.
Desde 1981 no se representaba en el Teatro Campoamor Les pêcheurs de perles de Georges Bizet, título que, a partir de su inclusión en el ciclo a finales de los años cincuenta, y en cinco diferentes temporadas, siempre había defendido Alfredo Kraus como Nadir. Así pues, una obra en la que marcó una presencia tan fuerte que quizá influyó posteriormente en la larga ausencia de la misma en la cartelera del coliseo ovetense. Ahora sirve para cerrar una temporada que, milagrosamente, se ha logrado desarrollar en su integridad, algo insólito en el actual panorama pandémico. Muy pocos teatros lo están consiguiendo y por eso ha de felicitarse de manera rotunda a la Ópera de Oviedo en su empeño felizmente coronado. Es un ejemplo y ha sido un orgullo para la ciudad. Una buena noticia en medio de tanta desolación.
Quizá el legado de Kraus fue un acicate para Celso Albelo, quien encarnó un Nadir delineado con enorme eficacia: magnífico en solitario, en un «Je crois entendre encore» especialmente evocador, brilló asimismo junto a Borja Quiza en «Au fond de temple saint» y el barítono gallego, a su vez, consiguió un sólido éxito cimentado en una emisión vibrante y en una interpretación del rol entregada. Sutil y especialmente afortunada en «Comme autrefois», la soprano Ekaterina Bakanova exhibió una coloratura espléndidamente resuelta y amplitud en el registro agudo, tal y como exige el personaje de Leila. Felipe Bou completó con acierto un cuarteto protagonista que tuvo su continuidad en las más que notables intervenciones del Coro de la Ópera de Oviedo en lo que atisba ya como un fin de ciclo y a la vez su mejor intervención en la temporada que ahora llega a su fin.
Desde el podio, José Miguel Pérez-Sierra reivindicó la orquestación de Bizet, su melodía pastosa y flotante, con maestría al frente de Oviedo Filarmonía. El director madrileño consiguió un balance impecable foso-escena, trazando un discurso musical compacto con una sobria capacidad para desarrollar plenamente las sugestivas texturas melódicas de la partitura, pese a la reducción orquestal obligada por las normativas antipandemia.
La aproximación escénica la firmó Yoshi Oïda en una producción procedente de la Opéra-Comique de París, la Opéra National de Bordeaux y la Opéra Royal de Wallonie. Es la suya una mirada minimalista que supera la endeble trama y se centra en las emociones de los personajes, trasladando la acción del antiguo Ceilán al reino de Ryûkû. Convierte, de este modo, el exotismo en un elemento casi anecdótico, envuelto en una atmósfera abstracta, magníficamente iluminada, y con un sesgo dramático que va muy bien al espíritu original de la obra. Todos los elementos sumaron, por tanto, para cimentar la buena aceptación de una velada que pudo con cierres perimetrales y otros obstáculos. La Ópera de Oviedo ha demostrado que, si se quiere, se puede. Es una lección que sonroja a quienes se han rendido sin ni siquiera intentarlo.