Leonard Bernstein se puso serio en el Garnier

París

28 / 03 / 2022 - Jaume ESTAPÀ - Tiempo de lectura: 3 min

Print Friendly, PDF & Email
aquietplace-operaparis-operaactual (3) Una escena del montaje de Krzysztof Warlikowski en París © Opéra de Paris / Bernd UHLIG
aquietplace-operaparis-operaactual (3) Una escena del montaje de Krzysztof Warlikowski en París © Opéra de Paris / Bernd UHLIG
aquietplace-operaparis-operaactual (3) Una escena del montaje de Krzysztof Warlikowski en París © Opéra de Paris / Bernd UHLIG

Opéra national de Paris

Bernstein: A QUIET PLACE

Estreno absoluto de la orquestación de Gard Edwin Sunderland

Claudia Boyle, Frédéric Antoun, Gordon Binter, Russell Braun, Colin Judson, Régis Mengus, Helene Schneiderman, Loïc Félix, Jean-Luc Ballestra, Emanuela Pascu, Marianna Croux, Johanna Wokalek, y otros. Dirección musical: Kent Nagano. Dirección de escena: Krzysztof Warlikowski. Palais Garnier, 26 de marzo 2022.

Llegó a París The Quiet Place (Un lugar tranquilo) con más de tres décadas de retraso (1986), pero con la suntuosa orquestación para gran orquesta (2013) de Gard Edwin Sunderland. El tema trata del reencuentro forzado de unas personas, aquí una familia tras la muerte accidental de la madre. Cicatrices mal cerradas se reabrieron y lo que hubiera debido ser recogimiento y penar por la que se fue, se transformó en desazón y malestar para los que quedaban. Alcohol, soledad, depresión, homosexualidad, bisexualidad, violencia, incesto y adulterio, salieron a la conversación, momentos del pasado de la familia en forma de catálogo entero, o casi –no se habló de drogas– de temas mal vistos por la censura estadounidense… Y ya admitidos en el espacio público en 1986 tras la guerra del Vietnam (1960–1975).

El libreto se caracteriza por su gran cantidad de texto. Se trata pues de una obra de teatro musicalizada y si el compositor tuvo muy en cuenta la seriedad del tema tratado, de vez en cuando aparecieron (y se apreciaba) la claridad tonal, la sonoridad metálica y la rítmica contrapuntística características del autor de West Side Story. Si pues la obra trataba temas que han perdido su fuerza dramática, y la música quedaba indefensa ante la profusión del texto, otra cosa fue el espectáculo creado.

Kent Nagano con gesto sobrio y mirada penetrante, dio una lectura pausada y elegante, cuidadosa del mínimo detalle, de ritmo preciso, respetuosa de las voces. Tuvo especial cuidado en la nada fácil coordinación entre el foso y el escenario, como también tuvo en cuenta el equilibrio de las voces de potencia bien diferente entre los cantantes.

"El director de escena se limitó a contar el cuento mediante una docta dirección de actores, añadiendo, eso sí, un poco de humor en el acto del crematorio"

Esta vez Krzysztof Warlikowski propuso una puesta en escena de gran sobriedad, legible en conjunto y en detalle gracias a la sobria escenografía de Małgorzata Szczęśniak que recurrió solo mínimamente al video (Kamil Polk). El director de escena se limitó a contar la trama mediante una docta dirección de actores, añadiendo, eso sí, un poco de humor en el acto del crematorio y un par de morcillas: una de buen gusto –la presencia en el escenario de la difunta Dinah, un excelente trabajo de Johanna Wokalek– y otra más discutible, una parte del discurso pedagógico de Leonard Bernstein en el célebre Young People’s Concert de enero de 1958.

Los numerosos actores (en el primer acto) cumplieron en sus cometidos globalmente. De los cuatro protagonistas salúdese a Russell Braun –Sam– por el gesto violento o tierno y la voz matizada, viril no exenta de lirismo con los que caracterizó al padre de los tres hijos. Gordon Binter caracterizo al indomable (al principio de la obra) hijo, que había dejado a la familia y al país y que solamente deseaba la vuelta al redil. El intérprete negoció la transformación del personaje mediante su trabajo dramático y su voz firme, de timbre particular, agradable, y potencia justa. Claudia Boyle endosó el imposible papel de Dede la hija de Sam; frenética frente al cadáver de su madre, tolerante ante la sexualidad de sus hermanos, la soprano irlandesa supo transformar su personaje –el color de su voz en particular y por supuesto, el volumen, llegando al grito si era necesario–, al viento cambiante de sus diálogos con el resto del clan. Frédéric Antoun, tenor canadiense muy presente en Francia, dio del frágil François una interpretación vocalmente atormentada como lo demandaba el personaje, pero justa y de buena ley.  * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en París de ÓPERA ACTUAL