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INTERNACIONAL
Lausana: Poda hipnotiza con unos 'Cuentos' de ensueño
Opéra de Lausane
Offenbach: LES CONTES D'HOFFMANN
Nueva producción
Jean-François Borras, Nicolas Courjal, Beate Ritter, Vannina Santoni, Géraldine Chauvet, Carine Séchaye, Frédéric Longbois, Qiulin Zhang, Marcin Habela, Alexandre Diakoff, Mohamed Haidar, Jean Miannay Dirección: Jean-Yves Ossonce. Dirección de escena: Stefano Poda. 9 de octubre de 2019.
La Opéra de Lausanne inició su temporada con el comienzo de su homenaje al 200º aniversario del nacimiento de Jacques Offenbach –que concluirá a final de año con la opereta La Belle Hélène– con una producción de ensueño de Les contes d’Hoffmann firmada por Stefano Poda.
El regista italiano ahondó en la ensoñación del protagonista para concebir un relato dramático de gran impacto. Poda, que bien podría ser un seguidor del esteticismo de finales del XIX, concibió un espacio escénico único, en el cual se almacenaban todos los elementos del cuádruple malvado –Lindorf, Coppélius, Miracle, Dapertutto– como trofeos de sus fechorías; en una elegantísima composición gracias también a una depurada iluminación.
En el centro del espacio, Poda hacia aparecer y desaparecer los elementos centrales de cada historia, en una gran estructura con centro giratorio. Si en el prólogo y en el epílogo es la habitación de Hoffmann, que va dando vueltas en el segundo acto, hace aparecer un gigantesco vinilo de La voz de su amo –concepto, el de la madre en el vinilo, que ya utilizaría Richard Jones en 2011–, en el trío “Chère enfant que j’appelle”, de Antonia, su madre difunta y Miracle. En el tercer acto, en la famosa Barcarola, aparece una hipnótica imagen de una góndola de neón que literalmente narcotiza al espectador, para, luego, aparecer una gigantesca ruleta. Ideas teatrales de gran impacto, algunas de ellas algo gratuitas, junto a un espectacular vestuario, de pasarela, firmado por el propio regista, hicieron de esta nueva producción un gran inicio de la temporada de Lausana.
Musicalmente resultaron unos Cuentos de gran solvencia, empezando por el siempre cristalino sonido de la orquesta de cámara de Lausana, que, a pesar de algún desliz en alguna entrada, estuvo a un nivel superlativo, de la mano de la precisa batuta de Jean-Yves Ossonce. El maestro francés, gran conocedor de este repertorio, concibió una lectura estilísticamente filológica, donde buscó el fraseo sutil y huyó de la artificiosidad gratuita. Vocalmente, sobresalió, por un instrumento de gran calidad, de fácil agudo kraussiano, y una sensible musicalidad, Jean-François Borras (Hoffmann); el tenor francés, a pesar de un inicio algo frío, fue yendo a más y ofreció páginas emotivas como la entregada “O Dieu de quelle ivresse” del segundo acto.
La Olympia de Beate Ritter arriesgó con mayor o menor fortuna en unos estratosféricos e impactantes – y casi sobrenaturales – sobreagudos; la célebre aria “Les oiseaux dans la charmille” fue un alarde de pirotecnia que despertó el entusiasmo del público. La soprano franco-rusa Vannina Santoni mostró uno de los momentos más intensos dramática y musicalmente de la obra; a pesar de unos agudos algo tirantes, fue una entregada y emotiva Antonia, con especial hincapié en el dúo con Hoffmann y en el trío mortal. Niklausse/Muse recayó en la joven mezzosoprano ginebrina Carine Séchaye, quien, a pesar de buena entrega escénica, no llegó a convencer por poseer un instrumento estridente y con una línea poca depurada. Gustó mucho, en cambio, el bajo Nicolas Courjal encarnando los cuatro villanos, quien despertó el entusiasmo del público en una muy elegante y nítida “Scintille, diamant” de Dapertutto.
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