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La tragedia árabe sube a escena
Aix-en-Provence
Festival de Aix-en-Provence
Odeh-Tamimi: L'APOCALYPSE ARABE
Camille Allérat, Pauline Sikirdji, Fiona McGown, Camille Merckx, Helena Rasker, Thomas Oliemans. Dirección musical: Ilan Volkov. Dirección de escena: Pierre Audi. Luma Arles, 4 de julio de 2021.
El Mediterráneo es uno de los ejes temáticos recurrentes del Festival de Aix-en-Provence, también en la edición de retorno del certamen tras el paréntesis pandémico. Crisol de culturas, punto de encuentro de civilizaciones, en ocasiones de forma pacífica, demasiadas veces con derramamiento de sangre, el Mare Nostrum tiene en su extremo oriental uno de sus puntos más calientes de conflicto. L’Apocalypse Arabe es un fiel reflejo del pasado y presente de esta región. Estrenada en La Grande Halle de la Fundación LUMA de Arles (de reciente actualidad por la inauguración de una imponente torre diseñada por Frank Gehry), la pieza, ni ópera ni oratorio, tiene su punto de partida en el ciclo de poemas del mismo título de la autora Etel Adnan (Beirut, 1925). Escrito a partir de 1975 y publicado en francés en 1980, se trata de una visión dramática y visionaria de la Guerra Civil del Líbano y del resto de conflictos que hasta hoy han convulsionado el mundo árabe.
Como obra musical, un primer esbozo surgió en 2016 cuando Pierre Audi pidió a Samir Odeh-Tamimi, compositor residente en Berlín, una pieza breve que sirviera de nexo entre las dos partes de una puesta en escena de la Pasión según San Juan de Bach. Aquel embrión se ha ampliado hasta una partitura de hora y media de duración, con libreto en francés, griego (una de las lenguas maternas de Adnan) y árabe a cargo del mismo compositor y de Claudia Pérez Iñesta, que extracta algunos poemas del libro.
Dado el origen libanés de Audi, actual director del Festival d’Aix-en-Provence, e israelí-palestino de Odeh-Tamimi, no cabe duda de la implicación estrecha de los responsables en una pieza que, en toda lógica, es oscura y opresiva. No hay narración, sino un conjunto de imágenes evocadoras, más o menos explícitas, sobre el horror de la guerra, con el sol, astro creador de vida y destructor, como hilo conductor de muchos pasajes. La claridad de la enunciación del texto, declamado o cantado, es uno de los objetivos del compositor, mientras que la estructura repetitiva de los versos tiene su paralelo en figuras musicales que reaparecen, sobre todo una escala descendente de gran violencia. Con el refuerzo de recursos electrónicos, la obra está escrita para 15 instrumentos, un coro de cinco voces femeninas y barítono.
El resultado global tiende a la monotonía, a un exceso de negrura inmisericorde (quizá, por otra parte, inevitable), con una inventiva que no saca todo el partido de los recursos empleados, refugiándose en la mayoría de ocasiones en sonoridades abrasivas. Cierto es que la tensión no decae ni un segundo, gracias, en buena parte, a la labor excelente de los intérpretes. El Ensemble Modern es una de las máximas referencias en la interpretación de la música contemporánea, y bajo la dirección siempre alerta de Ilan Volkov demostró de nuevo su virtuosismo. Espléndido tanto el coro formado por Camille Allérat, Pauline Sikirdji, Fiona McGown, Camille Merckx y Helena Rasker, como el Testigo de Thomas Oliemans, de una intensidad impactante, también cuando pasaba al registro de falsete.
Pierre Audi se muestra especialmente cómodo en montajes no narrativos, creando en esta ocasión una instalación envolvente. Con escenografía e iluminación de Urs Schönebaum y vestuario atemporal de Wojciech Dziedzic, el director de escena situó la orquesta en el centro de la sala, con el público alrededor y cuatro plataformas detrás a cada lado, dos de ellas presididas por un círculo solar y un cuadrado negro. Los cantantes se movían por todo el espacio en una acción de carácter simbólico, quedando el realismo más crudo para los vídeos de Chris Kondek proyectados sobre los músicos: las declaraciones iniciales de una anciana Adnan daban paso a imágenes más abstractas puntuadas por escenas documentales sobre el horror de la guerra. Un apocalipsis que, por desgracia, aún no ha concluido. * Xavier CESTER, crítico de ÓPERA ACTUAL
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