La voz de Joyce DiDonato atraviesa siglos en el Ampurdán

Torroella de Montgrí

01 / 08 / 2021 - Aniol COSTA-PAU - Tiempo de lectura: 3 min

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torroella joyce didonato / operaactual.com Joyce DiDonato en un momento del recital © Festival de Torroella / Martí ARTALEJO
torroella joyce didonato / operaactual.com Joyce DiDonato y el pianista Craig Terry © Festival de Torroella / Martí ARTALEJO
torroella joyce didonato / operaactual.com Joyce DiDonato en un momento del recital © Festival de Torroella / Martí ARTALEJO

Festival de Torroella de Montgrí

Recital de JOYCE DIDONATO

Concierto inaugural

Obras de Vivaldi, Wagner, Haydn, Hasse y Händel. Craig Terry, piano. Espai Ter, 31 de julio de 2021.

Una semana antes del recital con el que debutaba en el Festival de Torroella de Montgrí (Girona), Joyce DiDonato modificó el programa anunciado introduciendo una selección de los Wesendonck-Lieder de Richard Wagner, que nunca había cantado antes. Así, el cartel definitivo combinaba las canciones wagnerianas con intervenciones barrocas, de autores como Antonio Vivaldi y Georg Friedrich Händel, además del clasicismo de la cantata para voz y piano Arianna a Naxos de Franz Joseph Haydn. En conjunto, un repertorio con tres períodos y estilos ciertamente diferentes, pero que la espectacular intervención de DiDonato, cosiendo las costuras con su moldeable voz, aunó excelentemente en una experiencia musical continua.

La mezzosoprano estadounidense, acompañada por el pianista Craig Terry, empezó con la teatral cantata de Haydn que expresa el desamparo impotente de Ariadna abandonada a la isla de Naxos por Teseo; un sentimiento que, en palabras de la intérprete, se asemeja a la frustración y la soledad sentida durante el confinamiento. Desde los primeros compases de la escena, DiDonato colmó el auditorio con la potencia dulce de su voz, incluso llegando a sorprender a parte del público ampurdanés que la escuchaba por primera vez. Y es que, en los pasajes que lo requerían, vació un timbre resonante y expresivo, que traspasaba la sala en línea recta sin apenas recurrir al vibrato.

"En los pasajes que lo requerían, Joyce DiDonato vació un timbre resonante y expresivo, que traspasaba la sala en línea recta sin apenas recurrir al 'vibrato'"

Eso sí, sus mejores virtudes se presentaron en las arias barrocas, como las célebres «Vedrò con mio diletto» de Il Giustino de Vivaldi y «Lascia ch’io pianga» del Rinaldo händeliano. Dos lamentos amorosos, entre la belleza y el dolor, que la intérprete culminó con dulces pianissimi y una afectación que estremecía. Por contraste, en la alocada furia de «Crude furie degli orridi abissi» de Serse exhibió una técnica experta para solventar las parrafadas de Händel. Manteniéndose comodísima en las oposiciones barrocas, combinó dos Cleopatras antitéticas: primero, el aria frenética del cada vez más reivindicado Adolph Hasse, en la que la reina de Egipto se enfrenta ensimismada al suicidio con Marco Antonio; y, después, la versión sosegada de Händel, que llora la supuesta muerte de Julio César.

El gran salto aconteció con la selección de los Wesendonck-Lieder wagnerianos que la mezzosoprano trabajó para reconectarse con la naturaleza en tiempos de aislamiento. Cada vez más avezada al género liederístico después de sus recientes incursiones con Franz Schubert y Gustav Mahler, la cantante debutó tres de las canciones sinfónicas de Wagner en el difundido arreglo para piano. En esta reducción, Craig Terry pudo ostentar sus mejores dotes, ya que, sin ser un pianista virtuoso, cuida el volumen y sigue delicadamente las parábolas de cada pieza. En efecto, el cambio de paradigma puedo resultar inicialmente brusco, pero, con pocos segundos, acompañante y solista supieron impregnar la atmosfera con la densidad de las nuevas harmonías del compositor de Tristan und Isolde. El vigor, el dramatismo y la fineza que DiDonato demostró en las piezas anteriores también funcionó para solventar las exigencias de la efusiva composición de Wagner, ya que, sin la robustez de una intérprete especialista, potenció el lirismo y la linealidad expresiva de los Lieder, siempre con un ojo en la partitura.

En cambio, sí que costó de digerir un nuevo retorno a la época barroca para cantar solamente un aria, quizá para terminar el recital con Händel y la zona de confort, aunque la mezzo no brilló tanto como en sus primeras intervenciones. Al final, ovación unánime para regalar hasta tres propinas que demostraron, aún más, la capacidad camaleónica de Joyce DiDoanto para acomodarse a cualquier estilo: la simpática «Voi che sapete» de Le nozze di Figaro mozartiana, una versión calmada de Somewhere over the Rainbow y una interpretación cómica de I Love a Piano de Irving Berlin, con solo de Craig Terry incluido, que improvisó sin partitura.  * Aniol COSTA-PAU, redactor de ÓPERA ACTUAL