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NACIONAL
La versatilidad de Sabina Puértolas
Peralada
Festival Castell de Peralada
Recital Sabina PUÉRTOLAS
En 'streaming'
Obras de Albéniz, Händel, Mozart, Rossini, Granados, Guridi, Chapí y Piazzolla. Sabina Puértolas, soprano. Rubén Fernández Aguirre, piano. Esglèsia del Carme. 30 de julio de 2020.
Si en el primer recital lírico de esta edición del Festival Castell de Peralada Livestream, David Alegret y Rubén Fernández Aguirre propusieron un programa monográfico centrado en la poesía de Josep Carner, el planteamiento del segundo ha supuesto la otra cara de la moneda. La soprano Sabina Puértolas, de nuevo con la complicidad de Fernández Aguirre al piano, interpretó un programa caracterizado por su eclecticismo. La canción se mezcló con la ópera barroca, la Susanna mozartiana con la Amina belliniana, la zarzuela con el tango, y todo ello revuelto, aunque con coherencia interna y un calculado crescendo expresivo.
Lo primero que saltó a la vista es que Puértolas es un animal escénico en toda regla. Posee carisma y domina a voluntad el escenario gracias a una figura imponente y a una contundente personalidad musical y vocal. Además, la cámara la quiere y la realización de este streaming no le escatimó primeros planos. En ese aspecto, hay que resaltar la excelente labor del Festival, que se ha esmerado tanto en el aspecto visual de sus transmisiones como en ofrecer una excelente toma sonora.
La soprano empezó pisando fuerte con dos muestras de las Seis baladas, de Isaac Albéniz en las que lució timbre y fraseo, pero el primer plato fuerte llegó con el aria de Rodelinda “S’el mio duol non é si forte”. Händel ha sido uno de los puntales en el repertorio de Puértolas estos últimos años y, con esta aria, quedaron claros los motivos: bella messa di voce, voz de lírico ligera coloreada y con un centro pleno y musculoso, control y uso exquisito del vibrato como elemento expresivo, agilidades impecables y un amplio registro. Cerró este primer bloque un «Deh vieni non tardar» de planteamiento poco ortodoxo a nivel de tempo y carácter, pero bien resuelto vocalmente. Dos arias de Il turco in Italia y La sonnambula cerraron un imaginario primer bloque de manera brillante.
Rubén Fernández Aguirre tuvo, de nuevo, un importante protagonismo en el recital. No solo por sus brillantes intervenciones solistas (Cilea, Imaz, Piazzolla) sino en el intenso diálogo musical que soprano y pianista mantuvieron durante todo el recital.
Si la primera parte se abrió con Albéniz, la segunda lo hizo con dos canciones de Granados en las que destacó la belleza del timbre de la soprano, como también en el aria de Mirentxu, de Guridi, que cantó a continuación, aunque en algún momento fuese a costa de la ininteligibilidad del texto. Todo lo contrario que en la espectacular interpretación de las carceleras de Las hijas del Zebedeo, plena de gracia y elegancia.
Cerró el recital, al menos el programa oficial, un bloque dedicado a Astor Piazzolla en el que Fernández Aguirre y Puértolas fusionaron el Verano porteño, de las Cuatro estaciones porteñas con la sensual y reivindicativa “Yo soy María”, de la ópera-tango María de Buenos Aires en una versión que consiguió un buen equilibrio entre el canto más clásico y el arrastre tanguero. Y, tras María, Musetta se encargó de cerrar un brillante recital que constató el talento y la enorme proyección de Sabina Puértolas.
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