CRÍTICAS
INTERNACIONAL
La última pirueta de Philippe Boesmans
Bruselas
La Monnaie-De Munt
Boesmans: ON PURGE BÉBÉ!
Estreno absoluto
Jean-Sébastien Bou, Jodie Devos, Denzil Delaere, Sophie Pondjiclis, Jérôme Varnier. Dirección musical: Bassem Akiki. Dirección de escena: Richard Brunel. 27 de diciembre de 2022.
El Teatro de La Monnaie-De Munt de Bruselas se ha destacado, desde hace décadas, por su apoyo firme y constante a la nueva creación operística. Uno de los frutos más destacados de esta política mantenida por los diversos directores que se han sucedido al frente del teatro es el catálogo del compositor belga Philippe Boesmans, autor de uno de los corpus líricos más apasionantes de las últimas décadas del siglo XX y las primeras del XXI. Era, por tanto, de justicia que la última ópera de Boesmans se estrenara en el coliseo más estrechamente ligado a su carrera. Un estreno, por desgracia, póstumo ya que el autor de Wintermärchen falleció el pasado 10 de abril a los 85 años, dejando prácticamente acabada la partitura de On purge Bébé! Su discípulo Benoît Mernier ha sido el encargado de completar el tramo final de la obra, con un resultado en el que las costuras son imperceptibles.
La elección de un vodevil en un acto de Georges Feydeau, de argumento absurdo y abundante carga escatológica, como inspiración para la que sería su última ópera puede parecer sorprendente, pero ya en títulos como Yvonne, princesse de Bourgogne (2009) Boesmans dejó buena muestra de su habilidad para el humor grotesco y corrosivo. El matrimonio Follavoine mantiene airadas discusiones mientras su hijo Toto (apelado Bébé aunque tiene siete años) evita por todos los medios tomarse el laxante que su madre insiste en administrarle. El padre está más concentrado ante la visita de Aristide Chouilloux, funcionario que le tiene que facilitar la venta al ejército de su gran invento: un orinal irrompible de cerámica. Por supuesto, el orinal se rompe en mil pedazos a las primeras de cambio, pero durante la visita Chouilloux descubre que su mujer le engaña, la adúltera aparece con su amante y, en la confusión general, tanto Bastien Follavoine como Aristide Chouilloux toman sendas dosis generosas de laxante, con efectos inmediatos.
Ante este argumento enloquecido, con una fuerte carga crítica ante la estupidez de la pequeña burguesía, un Boesmans que es evidente que se divirtió mucho durante el proceso compositivo responde con una música de absoluta libertad, de sonoridades brillantes y ritmos tan frenéticos como obsesivos, eso sí, manteniendo siempre una perfecta inteligibilidad del texto sin descuidar el carácter cantable de las líneas vocales. Si se quiere, un modélico recitar cantando del siglo XXI al que muchos aspiran y pocos llegan. Uno de los aspectos más vistosos de la partitura es el uso de las citas, en especial de la obertura Las Hébridas de Mendelssohn, presencia recurrente bajo múltiples transformaciones, ya que Bébé quiere saber dónde están estas islas, propiciando la discusión paterna con la que arranca la obra. Si tampoco faltan las alusiones straussianas, aún más hilarante fue la cita del tema de Grial del Parsifal de Wagner en el momento en que Follavoine presenta su orinal a Chouilloux, generando no pocas risas entre el público.
El libretista Richard Brunel (director también del teatro coproductor, Lyon) firma una puesta en escena que incrementa el carácter surrealista de la trama. La escenografía de Etienne Pluss sitúa la acción en el dormitorio de Bébé, una habitación con un punto hortera (en paralelo con el vestuario de Bruno de Lavenère) que imperceptiblemente se va ampliando, de la misma forma que un Bébé niño deja paso a un Bébé joven (y altísimo) que crea un mayor contraste con los enloquecidos acontecimientos. Con mano firme Brunel dirige una acción frenética que exige (y obtiene) de sus protagonistas la máxima implicación física.
Barítono de voz bien timbrada y dúctil y actor de recursos inagotables, Jean-Sébastien Bou fue un Bastien Follavoine irresistible, bien correspondido por la hiperactiva Julie Follavoine de una Jodie Devos que se movió como pez en el agua en la estratosférica tesitura. El tenor Denzil Delaere aportó un fraseo elegante que hacía aún más evidente el carácter apocado de Aristide Chouilloux, mientras que, pese a aportaciones vocales más discretas, Sophie Pondjiclis como Clémence Chouilloux y Jérôme Varnier como su amante Truchet cumplieron en sus papeles más episódicos. Desde el podio, Bassem Akiki se aseguró de que la Sinfónica de La Monnaie tradujera con la máxima precisión la chisporroteante inspiración de Boesmans. Una pirueta cómica de poco más de hora y cuarto de duración que pone un broche de oro a una carrera operística ejemplar. * Xavier CESTER, crítico de ÓPERA ACTUAL
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