CRÍTICAS
NACIONAL
La primera etapa de la Trilogía Da Ponte. Llegada en grupo
Barcelona
Gran Teatre del Liceu
Mozart: LE NOZZE DI FIGARO
La Trilogía Da Ponte (I)
Thomas Dolié, Ana María Labin, Angela Brower, Robert Gleadow, Lea Desandre, Norman Patzke, Paco García, Alix Le Saux, Mercedes Gancedo. Dirección musical: Marc Minkowski. Dirección de escena: Ivan Alexandre. 7 de abril de 2022.
En la primera etapa de una vuelta ciclista se suele llegar en grupo a la meta y una obra maestra como Las bodas de Fígaro parece lo más indicado para lograr el fin previsto. La propuesta de ofrecer la Trilogía Da Ponte en noches consecutivas con Marc Minkowski en el podio, con la complicidad de Ivan Alexandre como director de escena y Antoine Fontaine en la escenografía y el vestuario, ofrecida in primis en el festival sueco de Drottningholm, parecía sustentarse en este criterio. En esta deliciosa producción, una delicada miniatura no por bien dibujada escasamente más idónea para una sala de las dimensiones de la del Liceu, todo estaba en su sitio aun teniendo que someterse a la disfunción espacial. Los atuendos diseñados por Fontaine, perfectos en su justo punto de estilo, y su concepción escenográfica, entre metateatral y atenta los guiños de la acción entre bambalinas puesta en circulación por Strehler, arropaban una acción vivaz, irónica y de un ritmo particularmente inspirado.
En la vertiente musical, la obra era toda de Minkowski, que se permitiría alguna alusión a la interrelación entre las obras del ciclo –notas del Così y ¡el mascullado “Deh, vieni alla finestra” de Cherubino en uno de sus mutis!– y accedería a los habituales cortes en el cuarto acto, pero lograría que una orquesta poco ducha en este repertorio como la del Liceu secundara fervorosamente sus opciones en los tempi –muy vivos en las primeras escenas y más sosegados después– y en unas gradaciones dinámicas perfectamente dosificadas.
La implicación de los solistas de canto resultó no solo condicionada por la distancia respecto a la audiencia sino por la propia índole de las voces utilizadas, que si se distinguirían por su musicalidad y lo impecable de su dicción, no lo harían por su proyección o por su volumen, escasos en ambos casos. Destacaron las intervenciones de Angela Brower, una Susanna de voz bien timbrada y bien emitida y del sonoro Fígaro de Robert Gleadow, que sin embargo optaría por gritar su “Aprite un po’ quegli occhi” en lugar de cantarlo. La mejor intérprete por línea y estilo fue la adorable Lea Desandre como Cherubino, que se hizo aplaudir con fuerza en su “Voi che sapete”, no desentonando Ana María Labin pese a un canto que a menudo rozaba lo inaudible por el exceso del recurso al pianissimo.
No destacó vocalmente Thomas Dolié por suculencia vocal, aunque su Conde estuvo escénicamente impecable. Mercedes Gancedo fue una muy activa Barbarina –corifea, también– y tanto Alix Le Saux (Marcellina) como Norman Patzke y Paco García cerraron el reparto con alguna exageración en el gesto, pero sin mayores delitos. * Marcelo CERVELLÓ, crítico de ÓPERA ACTUAL