CRÍTICAS
INTERNACIONAL
La píldora ‘Tristan’ sin garantía vocal
Múnich
Bayerische Staatsoper
Wagner: TRISTAN UND ISOLDE
Stuart Skelton, René Pape, Elena Pankratova, Iain Paterson, Jamie Barton. Dirección musical: Juraj Valčuha. Dirección de escena: Krzysztof Warlikowski. Bayerische Staatsorchester, coro de la Bayerische Staatsoper. 15 de abril de 2023.
En el programa de mano del último Tristan und Isolde de la Bayerische Staatsoper, estrenado en julio de 2021 con Jonas Kaufmann en el rol protagonista, la portada y la contraportada presentan el diseño de una tableta de un medicamento en forma de pastillas. La metáfora está servida: la ópera es presentada como un trip psicodélico provocado por una píldora que el teatro bávaro no se cansa de administrar a su público. Este mes de abril ha vuelto a las tablas con las voces de Stuart Skelton, Elena Pankratova y René Pape, en una apuesta clara por la profundidad y la seguridad tímbricas.
La de Tristan und Isolde es una partitura avasallante, sentenciada a ocupar el primer plano. Muy a menudo, el intento de corregir esta dinámica a través de una puesta en escena que vaya más allá del acompañamiento de la aventura sonora preponderante termina en fracaso. Algo así puede decirse de la propuesta de Krzysztof Warlikowski. El director polaco, atento a las alusiones al pasado de los dos protagonistas que aparecen efectivamente en el libreto, sobrepone un principio de psychothriller a la trama original, alla Katie Mitchell, que, sin embargo, no termina de desarrollarse ni de entenderse.
En Múnich, los infinitos pliegues de la forma musical que explican el efecto embriagador del Tristan cogen con orgullo las riendas del espectáculo. Lo hacen gracias a la atrevida dirección que ofreció desde el podio Juraj Valčuha, gruesa e inclemente con las voces de los cantantes-intérpretes. Valčuha lleva la Bayerische Staatsorchester allí donde se encuentra cómoda, es decir, a su máximo nivel de espesor. Mención especial, en este sentido, a la sección de cuerdas graves, cuya rendición del pasaje del parlamento del rey Marke, en el segundo acto, y especialmente la del preludio del tercero, merecieron por si solas la ovación que se llevó la orquesta al final de la función.
Luchando contra el chorro sinfónico sin filtro que inundaba la platea del Nationaltheater se encontraban sobre el escenario tres portentosas voces wagnerianas. Elena Pankratova salió a demostrar su profesionalidad y el poderío de su timbre, adaptado perfectamente a la mezcla de amplitud y precisión que pide el papel de Isolde: una tal cantidad de frases musicales basadas en la pura sucesión de semitonos se encuentra en muy pocos roles de soprano. El Heldentenor Stuart Skelton, metálico y moderado en el vibrato, se movió también en esas coordenadas, buscando el secreto tímbrico del protagonista wagneriano lejos de la anchura en la cual lo buscan otros tenores de moda. Sin embargo, Skelton se las tuvo que ver y desear para llegar al final de la carrera; su voz, evidentemente afectada por una indisposición, cedió por completo en la conclusión del exorbitante dúo que centra el segundo acto, y se tambaleó durante todo el tercero.
En la tercera esquina del extraño triángulo del amor cortés desplegado en el Tristan, René Pape ofreció un rey Marke para el recuerdo: todo lo que la edad del bajo alemán se cobra en intensidad de agudos es compensado por un desempeño interpretativo sin igual, que involucra el color de la voz en un juego equilibrado con la dicción y la intención dramática de las elocuciones de su personaje.
Finalmente hay que hacer referencia a los intérpretes de Brangäne y Kurwenal, cuyas intervenciones son elementales para entender la estructura de la ópera. Iain Paterson fue un sirviente de Tristan potente y delirante, interpretativamente más cercano a Wozzeck que a la seriedad de otros barítonos del universo wagneriano. Jamie Barton, que durante todo el primer acto aguantó el tipo con bravura ante la Isolde de Pankratova, emocionó con su Brangäne en el doble “Habet acht!” del segundo, llenando sin problemas la sala desde su ubicación fuera de la escena. * Lluc SOLÉS, corresponsal en Múnich de ÓPERA ACTUAL
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