La pasión erótica del emperador infeliz

Peralada

30 / 07 / 2022 - Aniol COSTA-PAU - Tiempo de lectura: 4 min

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hadrian-peralada-operaactual (1) Vanessa Goikoetxea como Sabina © Festival Castell de Peralada / Toti FERRER
hadrian-peralada-operaactual (1) Thomas Hampson y Santiago Ballerini como Adriano y Antínoo © Festival Castell de Peralada / Toti FERRER
hadrian-peralada-operaactual (1) Una escena de 'Hadrian' en Peralada © Festival Castell de Peralada / Toti FERRER

Festival Castell de Peralada

Rufus Wainwright: HADRIAN

Thomas Hampson, Alexandra Urquiola, Santiago Ballerini, Christian Federici, Vanessa Goikoetxea, Alejando del Cerro, Vicenç Esteve, Gregory Dhal, Pablo García-López, Josep-Ramon Olivé, David Lagares. Dirección musical: Scott Dunn. Dirección de escena: Jörn Weisbrodt. 29 de julio de 2022.

Dos días después de su estreno europeo en el Teatro Real, Hadrian, la segunda ópera del polifacético cantautor Rufus Wainwright, llegó al Festival Castell de Peralada con los mismos protagonistas del coliseo madrileño. Estrenada en Toronto en 2018, la ópera, con libreto de Daniel McIvor inspirado libremente en Memorias de Adriano de Marguerite Yourcenar, narra la pasión amorosa del emperador Adriano con el joven Antínoo en el contexto del conflicto entre el Imperio romano en decadencia y el cristianismo naciente de Judea.

Musicalmente Hadrian, sin renunciar a la etiqueta de contemporánea, se asemeja a las formas más clásicas del género operístico, con arias y dúos auto-concluyentes y de canto expresivo, construidos sobre una base armónica eminentemente tonal. Y, definiendo la partitura a partir de sus referentes pasados, pueden reconocerse en ella tintes de las líneas melódicas belcantistas, la irregularidad rítmica de Igor Stravinsky o Aaron Copland, la expresividad tardo-romántica de Benjamin Britten o, incluso la opulencia coral de Giuseppe Verdi. Así, en Hadrian ciertamente cuesta identificar un sello inconfundible que singularice a Wainwright como creador lírico, pero, sin embargo, la ópera, inclinada conscientemente hacia la tradición, funciona y emociona con eficacia.

"El protagonista absoluto de la velada fue el barítono Thomas Hampson, un emperador veterano y experimentado que, sin la finura de otros tiempos en la emisión y el timbre, mantiene el poder y el impacto"

Tanto en Madrid como en Peralada, la obra se presentó en versión semi-escenificada, con un mínimo concepto dramatúrgico ideado por Jörn Weisbrodt, que, evidentemente, no suplió la potencia dramática que hubiera podido aportar una representación teatralizada. La propuesta alineaba a todos los intérpretes en fila o en grupos, con un atril central rotatorio dedicado al personaje en cuestión con más relevancia en cada escena; y, aunque la interacción y la gestualidad de los solistas fue exigua, resultó, en todo caso, funcional y creíble. La principal atracción escénica era, pues, la proyección de las fotografías de Robert Mapplethorpe, que funcionaban como una especie de foto-libreto con subtítulos para ilustrar la trama. Reforzaban el evidente contenido homoerótico de la pasión de Adriano gracias sobre todo a imágenes sensuales y bellas de cuerpos masculinos desnudos con algunas variaciones que alteraban el estilo general de la presentación.

Vocalmente, el protagonista absoluto de la velada fue el barítono Thomas Hampson, un emperador veterano y experimentado que, sin la finura de otros tiempos en la emisión y el timbre, mantiene el poder y el impacto comunicativos. A su lado, el joven tenor Santiago Ballerini como Antínoo solventó los agudos donizettianos de la partitura con certeza y volumen, pese algún sonido estridente y descontrolado puntual. Y especialmente brillante fue la intervención de la soprano Vanessa Goikoetxea en la piel de Sabina: encarnó excelentemente al papel más exigente, responsable tanto de pasajes virtuosísimos con saltos endiablados como de fragmentos en pianissimi y expresivos. Destacaron también el barítono Christian Federici como Turbo, fiel consejero de Adriano de voz timbrada, y la mezzosoprano Alexandra Urquiola (Plotina), que se lució en su preciosa aria del primer acto.

El público respondió gratamente y aplaudió convencido del resultado, si bien también es cierto que, tras el descanso que se alargó hasta medianoche, los abandonos fueron importantes.  * Aniol COSTA-PAU, crítico de ÓPERA ACTUAL