CRÍTICAS
NACIONAL
Una 'ópera folk' revive el fantasma de María Soliña
Pontevedra
Plaza de España
Nacho Mañá: MARÍA SOLIÑA
Ópera folk
Patricia Rodríguez, Beltrán Iraburu, Diego Neira Sinde, Christian Gil-Borrelli, Lois Soaxe, Sonia Salgado, María Fernández, Sonia Couto, Teresa Moreira, Amparo Mesas y Sara Malvido. Orquestra Sinfónica Vigo 430. Anxo Lorenzo (gaita), Anxo Pintos (zanfoña). Dirección musical: Roc Fargas i Castell. Dirección de escena: Sigfrid Monleón. 10 de agosto 2021.
Estrenada en el mes de mayo en Cangas de Morrazo y programada en las fiestas de La Peregrina de Pontevedra la segunda semana de agosto, María Soliña es una ópera-folk compuesta por el ponferradino Nacho Mañá, interpretada en versión de concierto en sus tres primeras representaciones. El libreto de J. R. Bustamante se basa en la obra A Defensa da Vila, María Soliña de Xosé Manuel Pazos, alcalde de Cangas de Morrazo y dramaturgo fallecido en enero de este mismo año. La historia de María Soliña ha tenido inusitado interés en los últimos años, generando una obra teatral, un documental, una película, una novela y finalmente, una ópera, en apenas el intervalo de una década. No obstante, el autor que primero utilizó la figura de Soliña fue el poeta Celso Emilio Ferreiro, que dedicó unos famosos versos a esta mujer represaliada en Cangas por la Inquisición en su poemario Longa Noite de Pedra (1962), versos que fueron musicados en su día por Amancio Prada o por Carlos Núñez, entre otras figuras de la música popular.
Esta nueva adaptación operística de los hechos protagonizados por una canguesa acusada falsamente de brujería en el siglo XVII, contiene un conjunto ecléctico y diverso de influencias musicales populares, algunos de origen gallego y otros con evidentes ecos irlandeses, sonidos integrados dentro de esa amalgama denominada música celta, tan recurrente en bandas sonoras relacionadas con Escocia, Irlanda o la Bretaña Francesa. Curiosa, por poco utilizada en la ópera, es la inclusión de una zanfoña, tañida por el también compositor, profesor y virtuoso, Anxo Pintos y del sonido de varias gaitas a cargo del también compositor y gaitero, Anxo Lorenzo. La plantilla instrumental estaba integrada, además, por un reducido conjunto de cámara (violines, viola, contrabajo y violonchelo, con una sección de percusiones y otra de viento) que capitaneó el joven director catalán Roc Fargas i Castells, formado en la Royal Academic of Music londinense.
Destacable, por la espléndida dicción y resolutiva presencia escénica, fue la actuación de la soprano Patricia Rodríguez en el papel principal de Maria Soliña (en el estreno cangués el rol corrió a cargo de la soprano Carmen Durán). El bajo pamplonés Beltrán Uraburu y el tenor Diego Neira fueron también ovacionados con entusiasmo al final de la representación por su implicación durante los momentos álgidos de esta obra que supone el debut operístico para su compositor, Nacho Mañá, quien al igual que el director de la función, completó sus estudios en Londres, pero en el Royal College of Music. El actor moañés Lois Soaxe (Los Lunes al Sol, Fariña, Néboa) ejerció con solvencia, buen hacer e ímpetu dramático su texto como narrador.
Esta función se representó al aire libre sobre un palco erigido justo frente al ayuntamiento de Pontevedra, lo que implicó la utilización de microfonía, precio que quizás se tenga que pagar a veces para popularizar la ópera, incluida por fin en la programación de unas fiestas tan enraizadas como las de La Peregrina pontevedresa. Puede ser que con esta iniciativa operística alguna vez lleguen a averiguar los pontevedreses (no pontevedrinos, como en la opereta) el motivo por el que Franz Lehár utilizó el ficticio principado balcánico de Pontevedro para situar su celebérrima partitura La Viuda Alegre. Por mi parte, habiendo nacido apenas a diez metros de la playa de Rodeira, lugar en el que se acusó a María Soliña de actos brujeriles, doy fe de la idoneidad de esta idílica localización.