CRÍTICAS
NACIONAL
La metarrealidad alcanza a la ‘commedia dell’arte’
San Sebastián
Opus Lírica
Leoncavallo: PAGLIACCI
Nueva producción
Nacho Guzmán, Ainhoa Garmendia, Hao Wen, Pau Armengol, Aitor Garitano. Dirección musical: Iker Sánchez. Dirección de escena: Pablo Ramos y Carlos Crooke. Kursaal, 17 de febrero de 2023.
Fieles a su objetivo de asentar un ciclo de ópera estable en Donostia, Opus Lírica ofreció su segundo y último título de la temporada, Pagliacci, que, pese a ser una obra corta que se suele representar acompañada de otra –generalmente Cavalleria rusticana, por aquello de la temática y del estilo similares y, por qué no decirlo, por aprovechar medios y cantantes–, en este caso se presentó sola en escena, en una función inusualmente breve para los habituales de la ópera pero con suficiente entidad y muy adecuada a las aspiraciones de Opus Lírica.
La soprano Ainhoa Garmendia, directora artística e impulsora del proyecto, interpretó el papel de Nedda con solvencia, voz ligera pero no exenta de solidez, musicalidad y atención al fraseo, aunque su registro grave careció de la misma prestancia que el resto de la extensión vocal. Su trabajo interpretativo fue expresivo y creíble, a lo que ayudó su canto sensible, con delicados filados.
El rol de Tonio fue interpretado por el barítono Hao Wen, de voz rica y sonora, numerosos matices, gran teatralidad y una sobresaliente presencia escénica. El otro barítono del reparto, el que da vida al personaje de Silvio, fue Pau Armengol, quien mostró una trabajada técnica, con extensas dinámicas, voz cálida y sugerentemente oscura que imprimió carácter a un rol bien elaborado. El tenor bergarés Aitor Garitano, en su breve intervención como Beppe, reveló una voz de brillante color y bien timbrada, pero de emisión un tanto dura.
El protagonista del drama, Canio, fue encarnado por el argentino Nacho Guzmán, que posee una de esas reconocibles voces de tenor pundonorosas, en las que se aprecia el esfuerzo vocal algo más de lo deseable, pero que cumplen, resuelven y se enfrentan a esos temidos agudos con arrojo y buen resultado. Interpretó su complejo papel con grandes dosis de emoción, sobre todo en la esperadísima aria “Ridi, pagliaccio”, que cantó con gusto y delicadeza, pero que se vio ligeramente eclipsada por una orquesta no lo suficientemente bien balanceada.
En ese sentido, el equilibrio entre foso y escenario no estuvo bien conseguido, sonando la orquesta siempre un poco por encima de lo deseable, pero, afortunadamente, con un sonido compacto de atractivos colores. Iker Sánchez Silva mantuvo un concepto musical cohesionado, con atención al detalle y control firme, pese a la enorme distancia entre orquesta y cantantes.
Muy destacable la arriesgada puesta en escena de Pablo Ramos y Carlos Crooke quienes, recurriendo a conceptos actuales como metarrealidad, añadieron varios niveles más a este juego de recursividad del teatro dentro del teatro, en el cual lo que sucede en los márgenes de cada plano tiene tanta importancia como lo que pasa al interior de cada uno de ellos. Elogiable la escenografía e iluminación de Kira Argounova, que hizo de la economía de medios una virtud, y muy bien coordinada la colaboración de los bailarines de Militia Raw, que aportó el guiño a la commedia dell’arte sobre la que gira toda la obra. * Nora FRANCO MADARIAGA, corresponsal en el País Vasco de ÓPERA ACTUAL
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