CRÍTICA
NACIONAL
La inspiración poética de Kaufmann
Madrid
Teatro Real
Recital JONAS KAUFMANN
Ciclo Estrellas de la Ópera
Obras de Schubert, Mozart, Beethoven, Schumann, Wolf, Strauss, Chopin, Grieg, Dvorák, Chaikovsky, Silcher, Bohm, Zemlinsky, Mendelssohn, Liszt, Brahms y Mahler. Helmuth Deutsch, piano. 14 de enero de 2021.
Volvió Jonas Kaufmann al Teatro Real con un recital que recoge prácticamente el CD reciente titulado Selige Stunde (Crítica ÓA en este enlace). Se trata de una recopilación de canciones de amor y recoge buena parte de la historia del género, de Mozart a Zemlinsky, con algunas obras adaptadas, como en el caso de Chopin, en busca de una audiencia más amplia que la propia del género. Algo perfectamente legítimo, sobre todo en un gran artista como él, del que ya se ha glosado muy ampliamente la belleza de la voz, densa y con bajos muy ricos, capaz de subir al agudo con limpieza y proyectarse desde ahí sin el menor fallo, y una sensibilidad y una finura expresivas, de dicción impecable, particularmente adecuadas para estas obras maestras de la musicalidad y la intimidad.
Bien es verdad que el recital no empezó del todo bien, con una Adelaide beethoveniana dicha con dificultad, con la voz destemplada y una línea de canto un poco errática. Dos encantadoras canciones de Mozart fueron expuestas de forma casi expresionista, como si la evocación bucólica dejara paso a un ambiente postromántico. El tenor tomó el control con dos canciones de Mendelssohn muy interiorizadas, expuestas como en un sueño, y a partir de ahí el recital cobró su verdadero sentido. La Dedicatoria de Richard Strauss cerró la primera parte con brillantez, y con tonalidades más operísticas.
Abierta la segunda con una versión convenientemente teatral y sonriente de La trucha, Kaufmann se adentró en una larga y muy hermosa meditación acerca del amor y la música. Los filados, los pianísimos, un legado perfecto y una contención permanente llenaron de color y de emociones la sala gigantesca del Real, que de pronto parecía como si la hubieran construido pensando en un recital de Lieder. Hubo momentos en los que el tiempo parecía suspendido, como ocurrió con la Canción de cuna de Brahms, La muchacha junto a la fuente de Schubert o La noche de luna de Schumann. Mahler y su He abandonado el mundo cerró el recital, con una despedida sobrenatural en la que la música, apenas susurrada, se convierte en la síntesis mejor y más completa de la vida misma. El gran Helmut Deutsch, al piano, dio la réplica con intensidad, derroche de matices y discreción: una presencia imprescindible para un recital extraordinario. Strauss acaparó las propinas, como en un resumen perfecto de todo el recital .
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