CRÍTICAS
INTERNACIONAL
La fuerza trágica del 'Otello' rossiniano
Pésaro
Rossini Opera Festival
Rossini: OTELLO
Nueva producción
Eleonora Buratto, Adriana Di Paola, Enea Scala, Dimitry Korchak, Antonino Siragusa, Evgeny Stavinsky, Antonjo Garés, Julian Henao Gonzalez. Dirección musical: Yves Abel. Dirección de escena: Rosetta Cucchi. 11 agosto 2022.
Durante la Sinfonía la directora Rosetta Cucchi muestra imágenes inútiles que perturban la escucha, pero cuando comienza la verdadera acción de Otello se redime con un espectáculo seco y esencial, dramático e incluso violento, pero también delicado y conmovedor al narrar los sufrimientos de Desdémona, perdida en ese mundo de hombres (Otello, Rodrigo, su padre Elmiro) que la aman o dicen que la aman pero que causarán con igual responsabilidad su muerte, aunque al final será Otello, víctima de ese mundo que lo rechaza como diferente, quien empuñe la daga homicida.
Como ya es previsible e incluso evidente, la acción se traslada a la época moderna –alrededor de 1930, un período de dictaduras y guerras– menos pintoresca que la Venecia renacentista, pero más dura y despiadada. Cucchi se concede pocas ideas personales: por ejemplo, hacia el final de la obra hace aparecer como fantasmas o sueños a otras mujeres víctimas de feminicidio, como si Desdémona presagiara que ese será su fin. Una idea personal y, por tanto, cuestionable, pero de gran impacto teatral, y eso es lo que realmente importa.
Un dramatismo sin caídas de tensión se obtiene de la dirección musical de Yves Abel, que confirma cuán falsa era la vieja creencia sobre Rossini, que afirma que en sus obras serias el compositor se limita únicamente a revestir las palabras con bellas melodías, prodigios vocales y una brillante orquestación. Ya en su estreno en Nápoles en 1816 fue reconocida la fuerza trágica de su Otello, que permaneció entre las obras más queridas en el período romántico, hasta que fue eclipsada por el Otello de Verdi. Abel encuentra los tempi correctos, agobiantes pero no precipitados, pone de relieve la incisividad de la orquestación, subraya las muchas soluciones armónicas audaces y de sabor ya romántico, expresa el fuerte dramatismo de los recitativos y da valor a las novedades formales que muchas veces superan las tradicionales divisiones en piezas sueltas del ópera italiana del tiempo. Hace todo esto sin forzar la mano, pero dentro del marco del estilo de la época.
Perfecta la actuación de los solistas vocales. Eleonora Buratto es una gran Desdémona, de expresión delicada y conmovedora, pero también enérgica y fuerte, cuando es necesario. Los tres protagonistas son diferentes entre sí, pero igualmente excelentes. Otello es Enea Scala, que sabe combinar la energía con la agilidad del bel canto y los pasos sombríos de baritenor a los agudos sonoros. Dimitry Korchak es Rodrigo –no un líder sino un joven enamorado de una mujer que no lo ama– por lo que es más lírico, más ligero y, por lo tanto, más propenso a saltar en el límpido registro agudo. En el registro agudo se mueve con extrema facilidad también Antonino Siragusa, pero los suyos son los agudos pérfidos e insinuantes de Jago. El bajo Evgeny Stavinsky es Elmiro, el padre de Desdémona, noble y altivo pero malo e inflexible. Muy bien tanto Adriana Di Paola (Emilia, aquí mucho más importante que en Verdi) como el español Antonjo Garés (el Dux) y el colombiano Julian Henao González (Lucio y Gondolero) en sus breves pero importantes intervenciones. * Mauro MARIANI, crítico de ÓPERA ACTUAL