CRÍTICAS
INTERNACIONAL
La dictadura de Turandot en la Staatsoper
Berlín
Staatsoper Unter den Linden
Puccini: TURANDOT
Nueva producción
Elena Pankratova, Aida Garifullina, Yusif Eyvazov, René Pape, Siegfried Jerusalem. Dirección musical: Zubin Mehta. Dirección de escena: Philipp Stölzl. 18 de junio de 2022.
Anna Netrebko tenía que haber actuado en la nueva producción de Turandot como invitada estelar para el último estreno de la temporada de la Staatsoper y que fue seguido en directo por pantallas gigantes y al aire libre por cerca de 22.000 personas. Pero Rusia invadió Ucrania y los teatros de ópera exigieron un claro distanciamiento de la cantante y Netrebko cayó del cartel. Fue sustituida por Elena Pankratova, una soprano potente donde las haya; su Turandot resultó ser una fortaleza imposible de tomar por Calaf, el héroe de la historia interpretado, eso sí, por el tenor Yusif Eyvazov, marido de Netrebko, pues como se sabe, se les contrata en paquete y cuando ella cancela él nunca lo hace. A la efectiva Pankratova no solo se le ha vestido con un traje tipo menina tan apabullante que resultaba inhumano, sino que tiene una presencia vocal intimidante, y en la batalla del canto, Cafal salió perdiendo. Su voz tiene una gran expresividad, especialmente en el registro central, pero la riqueza de los sobreagudos disminuye y la voz de Eyvazov casi desaparece en los registros superiores.
La jovencísima Aida Garifullina fue una Liù que combinaba conmovedoramente la fuerza de voluntad y la fragilidad; con su vibrato cálido y bastante rápido reflejaba el temblor interior de este personaje, que tiene algo de Cristo femenino en su muerte por amor. René Pape encarnaba a su padre, el rey Timur, con una elegancia abrumadora, mientras que Siegfried Jerusalem, de 82 años, encarnaba a un Emperador cuya voz era un recuerdo somero de las grandes gestas del pasado.
Cuatro años mayor que Jerusalem es Zubin Mehta, el director de orquesta de la noche. Hace dos años, cuando dirigió la producción de André Heller de Der Rosenkavalier en la Staatsoper, se temía que fuera su última producción en esta casa. Mehta, sin embargo, pareció casi más animado que entonces y ofreció una velada de una calidad musical fenomenal. Bajo su dirección la Staatskapelle rastreó con una maravillosa sonoridad deslumbrante arte de la orquestación de Puccini y las despiadadas penurias de esta partitura.
En el escenario flotaba una gigantesca marioneta, una Turandot que Philipp Stölzl, como director de escena y escenógrafo, presentaba en el primer acto como una diosa venerada por pueblo de uniforme totalitario y sanguinario. El funcionamiento de la sociedad de esta Turandot se ponía así en escena y la presencia de la música de Puccini se contrarrestaba en el escenario con todos los escollos de lo gigantesco, cuando luego había que izar los miembros o desenredar las cuerdas. La idea de convertir a una marioneta en protagonista es novedosa, pero Stölzl crea una atmósfera de sutil malestar. Demasiado subir y bajar, demasiado omnipresente y demasiada crueldad. El pueblo gemía bajo el talón de sus guardias, que golpeaban y apuñalaban sin piedad; los funcionarios Ping, Pang y Pong, pensados como figuras cómicas por sus nombres, son aprovechados que anhelan una vida tranquila, por un lado, pero temen el fin de sus privilegios por el otro. Al final, Stölzl les convierte en agitadores con el único objetivo de salvar lo que puedan. Solo el amor triunfa, pero tan repentinamente que el público apenas puede creerse la magia. * Cocó RODEMANN, corresponsal en Berlín de ÓPERA ACTUAL
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