'La Bohème' brillante de Jaho, Fabiano e Iniesta

Madrid

13 / 12 / 2021 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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bohème-operaactual-real-jaho-fabiano (1) Ermonela Jaho (Mimì) y Michael Fabiano (Rodolfo) © Teatro Real / Javier DEL REAL
bohème-operaactual-real-jaho-fabiano (1) Una escena del montaje de Richard Jones © Teatro Real / Javier DEL REAL
bohème-operaactual-real-jaho-fabiano (1) Ruth Iniesta en el rol de Musetta © Teatro Real / Javier DEL REAL

Teatro del Real

Puccini: LA BOHÈME

Michael Fabiano, Ermonela Jaho, Luchas Meachem, Joan Martín-Royo, Krysztof Baczyk, Ruth Iniesta, Vicenç Esteve, Roberto Accurso, José Carlos Marino. Dirección de escena: Richard Jones. Dirección musical: Nicola Luisotti. 12 de diciembre de 2021.

Volvió La Bohème a llenar el escenario del Teatro Real, en la ya conocida puesta en escena del británico Richard Jones, coproducida con Londres y Chicago. Otra vez, lo mejor estuvo en la parte musical. El papel de Mimì, tan conocido, se presta a la cursilería, por un lado, o a la simple exhibición técnica, por otro: la gran Ermonela Jaho sorteó las dos tentaciones con una voz transparente, juvenil, de un lirismo profundo y entregado, pero capaz de evocar también, en el timbre, en el fiato, en sus interminables pianísimos, una inocencia ya irrecuperable: la de la ópera en estado puro, la esencia de la ópera. Una interpretación inolvidable.

"Ruth Iniesta compondría una extraordinaria Musetta, por presencia escénica e inteligencia dramática, y sobre todo por belleza de la voz y técnica perfecta, si la puesta en escena no la obligara a una vulgaridad innecesaria"

Le dio la réplica Michael Fabiano, también habitual del Real, con un caudal ancho que no le impide escalar hasta las alturas y afrontar con solvencia las dificultades tremendas del canto pucciniano; el cantante estadounidense sigue siendo un actor no especialmente expresivo, pero no importa mucho ante tal derroche vocal. Ruth Iniesta compondría una extraordinaria Musetta, por presencia escénica e inteligencia dramática, y sobre todo por belleza de la voz y técnica perfecta, si la puesta en escena no la obligara a una vulgaridad innecesaria. Lucas Meachem, sin grandes sofisticaciones vocales, construyó con inteligencia un Marcello creíble y simpático, muy humano.

El bajo Krysztof Baczyk, dio vida a un correcto Colline, aunque no infundió al personaje toda la seriedad que se expresa en la famosa canción a la zimarra, que hace eco a la muerte de Mimì, bien cantada pero sin la profundidad requerida. Estupendo el Schaunard del barítono Joan Martin-Royo, que repetía el papel de hace unos años, y como entonces, estuvo en estado de gracia. Creíble y bien cantado el Benoit de Vicenç Esteve y muy cómico, y con buena voz, el renovado Alcindoro de Roberto Accurso.

Estupendo el Coro, fundido con el de niños de la Orcam, en correspondencia con una Orquesta Titular colorida, expresiva y lírica. Nicola Luisotti, en el podio, derrochó teatralidad y refinamiento en la ópera más poética de Puccini, pero también aquella en la que la orquesta adquiere un protagonismo especial.

La puesta en escena de Richard Jones resulta práctica, al tiempo que fría y distanciada. A veces parece salida de un catálogo de Ikea, y otras de una caja de muñecas de estética británica, por completo ajena a lo parisino, con ese tono inglés, reticente y no muy amable, que parece haber hecho suyo el Teatro Real (ese verde, mortal de necesidad, del traje de la protagonista en el último acto…). Un gran éxito, en cualquier caso. Quizás para compensar la monumental acumulación de clichés heteropatriarcales en que consiste la obra maestra de Puccini, la puesta en escena decidió que fuera una niña quien exigiera una trompeta y un caballito de juguete, tras el desfile militar del segundo acto.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL