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La Bayerische Staatsoper y Jonas Kaufmann rinden homenaje a Peter Jonas
Múnich
Bayerische Staatsoper
Concierto homenaje a Sir Peter Jonas
Concierto en streaming
Obras de Händel, Mozart y Schumann. Elsa Benoit, Jonas Kaufmann. Helmut Deutsch y Donald Wages, piano. Münchner Klaviertrio. 27 de abril de 2020.
En tiempos de confinamiento la Bayerische Staatsoper continúa con su apuesta por el formato de cámara en el que solicita por todos los medios posibles al espectador una donación para ayudar a paliar la grave crisis económica por la que atraviesa la institución. La serie Montagskonzerte (Conciertos del lunes), que cada semana ofrece una velada vespertina en abierto a través del sitio Staatsoper.tv, llegó a su cuarta edición con la triste noticia de la muerte de Peter Jonas, quien fue director general del teatro bávaro durante trece años (1993-2006) y uno de los más grandes reformadores del repertorio y de la gestión operística de los últimos años. Para recordarlo subieron al escenario, junto al Münchner Klaviertrio, la soprano Elsa Benoit, miembro estable del elenco actual de la Ópera de Múnich, y el tenor Jonas Kaufmann, hijo pródigo de la institución que no quiso faltar a la cita y que, por otra parte, reside a poca distancia del teatro.
Uno de los proyectos más ambiciosos, y a su vez controvertidos, de Sir Peter Jonas al mando de la Bayerische —un teatro tradicionalmente conservador al que llegó después de revolucionar la English National Opera— fue, al margen del trabajo codo con codo con compositores contemporáneos, la revisión del repertorio operístico antiguo. Se le recordará, sin duda, por su apuesta por el legado de Händel y por resituar la obra del genio alemán entre los habituales del canon. Quizás fue la indiscutible conexión del compositor con la tradición operística inglesa la que llevó a Jonas a preguntarse si no era precisamente él, inglés de origen pero enraizado culturalmente en Alemania, quien tenía que llevar a cabo esta tarea.
Por ello la soprano Elsa Benoit abrió el concierto homenajeando la fijación del malogrado gestor con el aria da capo händeliana. Sobre el escenario del teatro y ante el vacío de la sala reverberó, despojada y solemne, su “Piangerò la sorte mia”, pieza central de uno de los primeros títulos barrocos recuperados por Peter Jonas, Giulio Cesare, y que hoy ya forma parte del repertorio. Sin duda mucho tuvo que ver el acompañamiento escogido para la ocasión, el piano de Donald Wages, que condujo con sobriedad la voz aterciopelada de Benoit.
La velada, empero, no fue del todo monopolizada por la voz. El Münchner Klaviertrio, integrado por músicos de la Bayerische Staatsorchester, la orquesta de la casa, interpretó a continuación el Cuarteto con piano en Mi bemol mayor, K. 493 de Mozart junto al pianista Tilo Wildenmeyer. La pequeña representación del conjunto titular en el foso supo demostrar su habitual solvencia. Los tres movimientos de la joya de cámara del compositor de Salzburgo se proyectaron sólidos, delicados y sinceros, sobre todo el Larghetto.
No es solamente el aparato vocal, como bien intuyó Peter Jonas —cuyo primer puesto de relevancia, es importante recordarlo, fue como asistente del director húngaro Georg Solti al mando de la Chicago Symphony Orchestra a caballo de los ochenta—, lo que convierte un teatro de ópera en centro de referencia a nivel mundial; la dimensión instrumental también tiene una importancia decisiva. El formato del cuarteto con piano, con la cruda exposición a la que somete cada instrumento, ofreció una rara oportunidad de escuchar de cerca lo mucho que los músicos de la Bayerische Staatsorchester tienen por decir.
Tal y como fue formalmente presentada, sin embrago, la verdadera cúspide de la velada sería la intervención de Jonas Kaufmann. El tenor alemán apareció al lado de su fiel repertorista al piano, Helmut Deutsch, con una de las perlas de la literatura musical alemana del siglo XIX: el ciclo Dichterliebe, de Robert Schumann. Ironías del destino, es difícil no recordar en este punto el hecho de que Kaufmann, quien se ha convertido en la estrella mediática de más revuelo del panorama cultural bávaro, nunca fue contratado por Jonas en su momento. De estrella a estrella, no obstante, y sin rencores, Kaufmann rompió el silencio de la sala completamente vacía con su habitual confianza, llenando el espacio desde la reposada dramaturgia del formato del Lied. El ciclo que tuvo entre manos —en castellano, Amor de poeta o Los amores de un poeta—, compuesto en 1840 sobre poemas de Heinrich Heine, da fe de la filiación romántica de Schumann, uno de los pocos compositores que se llamaron a si mismos, precisamente, románticos.
Kaufmann atravesó la intensidad de los poemas con una voz maleable, a veces quebradiza, otras profunda y puede que hasta fuera de estilo, incorporando sin reparos la misma potencia en el registro medio que utiliza para sus roles operísticos. De hecho, las emociones del protagonista del Dichterliebe fluctúan como las de cualquier personaje de una ópera. Kaufmann supo recogerlas y lidiar con la irregularidad formal que las contiene, desde el recitativo y la melodía hasta mucho más allá, consiguiendo mantener las canciones vivas en el desamparo armónico en que algunas de ellas (por ejemplo, en la última del ciclo) se terminan súbitamente. El sabio discurso pianístico de Helmut Deutsch —el piano tiene en los Lieder de Schumann una responsabilidad vital— las recondujo debidamente a sus respectivas moradas.
Sorprendió que, después de una interpretación arrebatadora y cargada de emoción, Kaufmann, quizás creyendo que ya no estaba al aire o quizás todo lo contrario, dijo algo así como que «no es posible hacer música sin público, en una sala vacía».
Amores de poeta, pues, para terminar con una velada para el recuerdo. En otro giro irónico de las cosas de este mundo, tuvo que ser Sir Peter Jonas, desde cada una de las butacas del coliseo que tanto mimó, ahora vacío, el único espectador del concierto en su misma memoria.
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