Konstantin Krimmel, emoción con variaciones

Vilabertran

21 / 08 / 2021 - Antoni COLOMER - Tiempo de lectura: 3 min

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Konstantin Krimmel / operaactual.com Krimmel y Heide en un momento del recital © Schubertíada / David BORRAT
Konstantin krimmel / operaactual.com Krimmel triunfó en Vilabertran con 'La bella molinera' © Schubertíada / David BORRAT
Konstantin Krimmel / operaactual.com El barítono Konstantin Krimmel en su debut en Vilabertran © Schubertíada / David BORRAT

Schubertíada

Recital de KONSTANTIN KRIMMEL

Die schöne Müllerin, de Franz Schubert. Daniel Heide, piano. 20 de agosto de 2021.

La Schubertíada a Vilabertran acoge, cada verano, un ramillete de los mejores especialistas, a nivel mundial, en el género liederístico. Muestra evidente de ello es la edición de este año en la que participan voces tan destacadas como las de Matthias Goerne, Andrè Schuen, Christoph Prégardien, Julia Kleiter o Florian Boesch entre otros. Por otro lado, dentro del amplio espectro del mundo de la canción, el certamen ampurdanés, como su nombre indica, pone especial énfasis en las creaciones de Franz Schubert de modo que, prácticamente cada año, se pueden escuchar sus grandes ciclos liederísticos interpretados por los más prestigiosos intérpretes.

Por ese motivo es especialmente remarcable que un cantante joven y relativamente desconocido haya puesto patas arriba la Canónica de Santa María de Vilabertran interpretando una obra como La bella molinera. Una interpretación la suya que pasa, por derecho propio, a la historia de un festival que ha vivido noches para el recuerdo de la mano de figuras como Brigitte Fassbaender, Juliane Banse, Matthias Goerne, Lise Davidsen o Christoph Prégardien, por citar algunos nombres a vuelapluma. Pues bien, el barítono Konstantin Krimmel, acompañado por el pianista Daniel Heide, han dado la gran campanada y se añade, por derecho propio, a la lista de ilustres del festival.

Con tan solo 28 años y, por tanto, una carrera corta en la que destacan más las distinciones en concursos internacionales que su currículum de actuaciones, el cantante germano-rumano acaba de firmar un contrato para formar parte de la compañía de la Bayerische Staatsoper. Habrá que ver cual es el desarrollo de su carrera en el ámbito operístico, pero no cabe duda que, en el campo liederístico, Krimmel tiene voz propia y mucho que decir.

"Desde un primer momento, Krimmel se presentó a cara descubierta, abriéndose al público en toda su vulnerabilidad y expresándose con total sinceridad sin necesidad de artificios"

Enfundado en chaleco y americana negros y con la larga cabellera recogida, Krimmel subió al escenario acompañado de Heide para situarse dos metros delante del piano. Podía parecer un detalle insignificante pero, en el fondo, era toda una declaración de intenciones. El cantante no se refugió en el acogedor hueco del piano sino que, desde un primer momento, se presentó a cara descubierta, abriéndose al público en toda su vulnerabilidad y expresándose con total sinceridad sin necesidad de artificios.

Sumamente concentrado, desde el primer momento atrapó a través de un refinado canto, una sutil gestualidad y una expresiva y perdida mirada a un público más silencioso, si cabe, de lo habitual en Vilabertran. La voz, de contornos líricos, no es voluminosa, pero posee un color muy atractivo, especialmente en el grave y la franja central. Pero lo más destacable es la proyección del instrumento en la media voz y los pianissimi, cualidad que le permite susurrar por momentos el texto con una claridad de exposición cristalina, apoyado en una dicción impecable y consiguiendo una rara potencia expresiva.

Una de las peculiaridades de la versión ofrecida por Krimmel y Heide fue la introducción de variaciones, especialmente en forma de cadencias en las frases finales de las canciones estróficas. Un recurso poco habitual en la actualidad pero, probablemente practicado recurrentemente en la época de Schubert por cantantes como el mismísimo Johann Michael Vogl. No hay que olvidar que Die schöne Müllerin (1823) es coetánea de las óperas de Rossini, Bellini y Donizetti que esos mismos cantantes interpretaban con sus cadencias pertinentes. En cualquier caso, Krimmel las introdujo de manera abundante, pero con un gusto exquisito y una perfecta ejecución sin permitir nunca que la forma original se difuminase en lo más mínimo.

Si la primera parte del ciclo fue excelente, pese a un pequeño accidente en «Ungeduld», a partir de «Pause» la tensión dramática fue en progresión exponencial hasta llegar a cotas extraordinarias. Cada frase se deslizaba sobre el fino alambre del riesgo con el único objetivo de bucear en lo más íntimo y profundo del drama del joven molinero. Su inocencia inicial se fue perturbando paulatinamente e hicieron su aparición la ira, el resentimiento y, finalmente, el abandono a la desesperación.

Daniel Heide, atento e intenso durante todo el ciclo, acarició las teclas del piano logrando un pianísimo estremecedor en los últimos acordes de «Des Baches Wiegenlied» y un largo silencio se apoderó de la nave de la canónica. El posterior estallido de entusiasmo de los asistentes al final provocó que, de manera un tanto inusual, Krimmel y Heide ofrecieran hasta tres propinas que alargaron, un poco más, una noche mágica en Vilabertran.  * Antoni COLOMER, crítico nacional de ÓPERA ACTUAL