CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Kathryn Lewek, nueva estrella en el firmamento francés
Niza
Opéra de Nice
Donizetti: LUCIA DI LAMMERMMOOR
Kathryn Lewek, Vladimir Stoyakov, Zach Borichevsky, Maurizio Pace, Philippe Kahn, Karine Ohanyan, Grégoire Mour. Dirección: Andriy Yurkevych. Dirección de escena: Stefano Vizioli. 23 de febrero 2023.
El público de la Ópera de Niza al completo aplaudió por enésima vez el trabajo dramático y vocal de Kathryn Lewek (Lucia), al final de la arriesgada Aria de la locura. La artista, poco o nada conocida en Francia, dejó a los presentes en estado de levitación por las cualidades de su interpretación y la aparente sencillez con la que había hecho revivir la dramática historia de la heroína. ¿Cómo calificar su voz? Reconocida ya en el mundo lírico por su interpretación de la Reina de la Noche mozartiana (por ejemplo, en el Liceu barcelonés), la soprano estadounidense tenía ya atribuida una plaza de honor en el registro lírico-ligero. De voz cristalina, poco timbrada, capaz de pasar de un lado al otro de la escala sin apoyos de transición, soberbia en el registro agudo —sin exageraciones en busca de aplauso—, sus piani sostenidos, de gran belleza recordaron por un momento los célebres fiati de una gran diva hispana del pasado. Si bien hubiese bastado y sobrado una buena voz lirico-spinto para el papel de la noble malcasada, el espectro amplio de su emisión, la anchura de su tesitura, la precisión y claridad con las que adornó las melodías, la intensidad de su fraseo, la llevaron directamente a la nada frecuente categoría de dramático-coloratura.
Dos sustituciones de última hora y el resfriado de Mauricio Pace —Arturo—, en todo caso, disminuyeron la calidad del espectáculo. Vladimir Stoyanov —en sustitución de Mario Cassi—, aun con una emisión algo cansada, asumió con plenitud el papel de Enrico, el hermano de la heroína, y defendió con entereza el honor y la continuidad de la familia. Zach Borichevsky —remplazando a Oreste Cosimo— vistió el personaje de Edgardo; el tenor, de innegable presencia escénica, se mantuvo muy creíble al lado de la soprano —el riesgo era grande— a pesar de la relativa estrechez de sus agudos. Philippe Kahn fue muy justamente aplaudido en el rol de Raimondo, el intransigente sacerdote. Completaron el reparto a buen nivel, Karine Ohanyan (Alisa) y Grégoire Mour (Normanno).
Al final de la velada, los músicos aplaudieron al director, Andriy Yurkevych. El hecho, por poco frecuente, merece ser subrayado, ya que el maestro los había dirigido con ciencia y arte. Soporte ideal para los cantantes, Yurkevych matizó las intensidades para mejor comprensión de las situaciones dramáticas y perfiló las melodías para mayor beneficio del espectador.
Stefano Vizioli situó la acción en el siglo XIX a juzgar por el vestuario (diseñado por el atelier Farani) y dio pocas indicaciones dramáticas a los intérpretes, quienes utilizaron la relativa libertad otorgada para caracterizar a sus personajes de la mejor manera. Les ayudó no poco la escenografía de Allen Moyer que dispuso partes distintas del escenario para desarrollar tal o cual acción. La iluminación de Nevio Cavinia puso de relieve, de modo simple y eficaz, los diversos espacios escénicos. * Jaume ESTAPÀ, corresponsal en Francia de ÓPERA ACTUAL
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