Juan Diego Flórez deslumbra con un Almaviva de ensueño

Viena

15 / 06 / 2022 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 4 min

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ilbarbiere-operaactual-florez-wienerstaatsoper (2) La producción de Herbert Fritsch con Juan Diego Flórez, estrenada en octubre de 2021 © Wiener Staatsoper / Michael PÖHN
ilbarbiere-operaactual-florez-wienerstaatsoper (2) La producción de Herbert Fritsch con Juan Diego Flórez, estrenada en octubre de 2021 © Wiener Staatsoper / Michael PÖHN

Wiener Staatsoper

Rossini: IL BARBIERE DI SIVIGLIA

Juan Diego Flórez, Paolo Bordogna, Cecilia Molinari, Peter Kellner, Mattia Olivieri, Aurora Marthens. Dirección musical: Stefano Montanari. Dirección de escena: Herbert Fritsch. 12 de junio de 2022.

Una obra deviene un clásico cuando su repetición a lo largo del tiempo, su reposición, si se quiere, deja de ser superflua y se revela indispensable para seguir comprendiéndola. Il barbiere di Siviglia de Gioachino Rossini es probablemente el paradigma del gran repertorio en el mundo de la ópera; se trata de un título que no ha dejado de representarse nunca. Desde su estreno, Fígaro, Rosina, Almaviva y los suyos han disfrutado de una recepción ininterrumpida. La Wiener Staatsoper cerró el pasado fin de semana con la apuesta de la casa por este clásico de clásicos, capitaneada ni más ni menos que por el tenor peruano Juan Diego Flórez.

Para empezar hay que destacar algo obvio, pero no por ello menos importante: el rol del Conde Almaviva parece escrito especialmente para Flórez. El aplaudido cantante, Premio ÓPERA ACTUAL 2011, es el Manuel García del siglo XXI. Lejos de todo esfuerzo, su voz natural se despliega poco a poco a lo largo del primer acto, entonando el par de cancioncillas dirigidas a Rosina talmente como si se tratara de dos variaciones del “Cucurrucucú, paloma”; el segundo acto descubre, con las hilarantes escenas al lado de Bartolo, su dominio de la interpretación, y todo culmina en el aria “Cessa di più resistere”, con su archiconocida cabaletta. Siguió, el domingo, una ovación de varios minutos de duración para un Flórez que hace las delicias del público vienés, acostumbrado a las estrellas.

"Juan Diego Flórez y Paolo Bordogna entienden el gesto y se regocijan en ello, al lado del resto del repartimiento, cuyo dominio de la mímica se vuelve imprescindible para disfrutar del espectáculo"

Todo esto lo consigue Flórez sin disponer de un timbre especialmente potente; la suya no fue la voz más presente de la velada, ni mucho menos. Pero así debe ser, de alguna forma. Una de las virtudes de este Barbiere vienés es el equilibrio tímbrico del reparto. El Figaro de Mattia Olivieri lideró sin duda la tarde, y los otros personajes, incluido el Conde Almaviva de Flórez, orbitaron a su alrededor. El basso buffo italiano Paolo Bordogna produjo un Bartolo divertidísimo, con una alta dosis de improvisación y un dominio de la técnica espectacular y su interpretación del aria “Un dottor de la mia sorte”, trabalenguas rossiniano por antonomasia, dio testimonio de ello. Cecilia Montanari ofreció una Rosina también muy convincente a nivel interpretativo, y su “Una voce poco fa”, aunque un poco plana, satisfizo en los melismas expertos y controlados. Mención especial también para Aurora Marthens, a cargo de Berta —su aria “Il vecchiotto cerca moglie” fue una delicia— y para Peter Kellner, cuyo Don Basilio brilló en su única, pero importante aportación: el aria de la calumnia. Es, en efecto, “La calunnia è un venticello”, el intento de Basilio de convencer a Bartolo para que calumnie a Lindoro, uno de los únicos momentos del libreto de Cesare Sterbini en los cuales la crítica a la mundanidad supera lo meramente cómico. Es también, por eso mismo, uno de los puntos clave donde actuar desde la perspectiva de la dirección escénica. La propuesta de Herbert Fritsch, sin embargo, no se desarrolla exactamente en este sentido. El director alemán juega con la contraposición entre un vestuario de época, puntuado por inteligentes referencias a la cultura pop, y un escenario despojado de escenografía, con unos plafones de plástico multicolores que se mueven libres para generar los diversos espacios.

Todo ello engloba una curiosa revisión queer de la perfecta heteronormatividad de la ópera —muy acertada, por cierto, en pleno pride month—, concretada por ejemplo en la reinterpretación de la relación Bartolo-Almaviva. Flórez y Bordogna entienden el gesto y se regocijan en ello, al lado del resto del reparto, cuyo dominio de la mímica se vuelve imprescindible para disfrutar del espectáculo. Flórez y compañía demuestran que Il barbiere es, en definitiva, un clásico de la comedia, y que más allá de la voz está el gesto y está el cuerpo.  * Lluc SOLÉS, crítico de ÓPERA ACTUAL