Jonas Kaufmann y la confortable 'Fanciulla' de Andreas Dresen

Múnich

25 / 10 / 2022 - Lluc SOLÉS - Tiempo de lectura: 4 min

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fanciulla-operaactual-bayerische (2) Malin Byström (Minnie) y Jonas Kaufmann (Dick Johnson) © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
fanciulla-operaactual-bayerische (2) Claudio Sgura (Jack Rance) y Malin Byström (Minnie) © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL
fanciulla-operaactual-bayerische (2) Una escena de la reposición del montaje de Andreas Dresen © Bayerische Staatsoper / Wilfried HÖSL

Bayerische Staatsoper

Puccini: LA FANCIULLA DEL WEST

Malin Byström, Jonas Kaufmann, Claudio Sgura. Dirección de escena: Andreas Dresen. Dirección musical: Daniele Rustioni. Bayerische Staatsorchester, coro de la Bayerische Staatsoper. 23 de octubre de 2022.

Antes de empezar con los estrenos de la temporada 22/23, que abrirá un nuevo Così fan tutte el miércoles 26 de octubre, la Bayerische Staatsoper reprogramó un verdadero as en la manga, La fanciulla del West en la producción de Andreas Dresen de 2019, con un aclamado Jonas Kaufmann, hijo pródigo de la ciudad, en el papel de Dick Johnson.

La importancia de La fanciulla para la historia de la ópera –estrenada en 1910 en la Metropolitan Opera de Nueva York– no corresponde a su posición en el canon. Una parte muy reducida del público tiene el placer de conocer este título que, sin embargo, ofrece algo muy parecido a lo que se espera de Madama Butterfly o La Bohème. El propio Puccini calificó este western, que él consideraba su mejor contribución al verismo, como una Bohème «más potente, más atrevida y más violenta». Es por esto, quizás, que programar La fanciulla del West es un gesto seguro para aquellos teatros que se lo pueden permitir. La ópera reboza del dramatismo sobrecargado pucciniano, pero supone a la vez una agradable sorpresa para muchos.

"Muy convincente estuvo el barítono Claudio Sgura en el papel del sheriff Jack Rance, y en general todo el elenco de mineros encarnados por miembros del infalible 'ensemble' muniqués"

La puesta en escena de Andreas Dresen, basada sucintamente en el documental de Michael Glawogger Workingman’s Death (2005), confía en el poder del melodrama de David Belasco. La dirección de Dresen, satisfactoria, no se entretiene en actualizaciones; si se regalan flores, hay flores, y si se juega al póquer hay barajas. Tal fidelidad al paratexto original puede encontrar una justificación en el hecho de que se trata de una obra muy poco conocida, pero el gesto choca frontalmente contra el talante sexista y racista del libreto original, como era habitual, por lo demás, en la época. Es por ejemplo discutible si se puede escenificar sin más el primer cuadro del segundo acto, en el que una pareja de indígenas nativos norteamericanos es caracterizada de forma claramente denigrante. La cuestión racial merecería en efecto algún tipo de atención, especialmente en relación a lo que en la época se llamó el colorido americano de la obra.

Por otra parte, la escala pentatónica y el ragtime permean una partitura orquestal debida al cliché exotista, y precisamente por esto, de hecho, es diáfanamente pucciniana. Daniele Rustioni y la Bayerische Staatsorchester usaron la transparencia de la que es capaz el conjunto del coliseo bávaro con espléndidos resultados, explotando un rango dinámico amplísimo y dando espacio a los interesantes efectos tímbricos que puntúan la obsesión melódica del compositor lucano.

Jonas Kaufmann dibujó un Dick Johnson in crescendo a nivel vocal, con una magnífica «Ch’ella mi creda» en el tercer acto, pero, en general, se le vio insuficiente a nivel interpretativo. Mucho más convincente estuvo el barítono Claudio Sgura en el papel del sheriff Jack Rance, y todo el elenco de mineros encarnados por miembros del infalible ensemble muniqués. Más allá de los números de conjunto del tercer acto, fue sin duda la primera escena donde más brillaron, en el nostálgico canto a la patria que, con su pátina kitsch, remite directamente a Broadway y al universo Disney. Entre tanta testosterona sobresalió también Malin Byström como Minnie, la soprano protagonista (Minnie-Mimì, o como se quiera; el parentesco con la heroína trágica de La Bohème es patente). Sus agudos controlados casaron con el timbre aterciopelado de Kaufmann, aunque los dos podrían haber regalado un «Addio» un tanto más delicado coincidiendo con el final feliz del melodrama.  * Lluc SOLÉS, crítico de ÓPERA ACTUAL