Hugo Wolf, una España ultraromántica

Madrid

12 / 07 / 2022 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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kleiter-gerhaher-bushakevitz-operaactual-cndm-3.jpg Christian Gerhaher en un momento del recital © CNDM / Elvira MEGÍAS
kleiter-gerhaher-bushakevitz-operaactual-cndm-3.jpg Julia Kleiter en un momento del recital © CNDM / Elvira MEGÍAS
kleiter-gerhaher-bushakevitz-operaactual-cndm-3.jpg Kleiter, Gerhaher y Bushakevitz. aplaudidos en La Zarzuela © CNDM / Elvira MEGÍAS

Centro Nacional de Difusión de Musical

Recital de JULIA KLEITER y CHRISTIAN GERHAHER

XXVIII Ciclo de 'Lied'

Obras de Hugo Wolf. Julia Kleiter, soprano. Christian Gerhaher, barítono. Ammiel Bushakevitz, piano. Teatro de La Zarzuela, 11 de julio de 2022.

Nunca se había escuchado completo el Libro de canciones españolas de Hugo Wolf, por lo que el penúltimo recital del presente Ciclo de Lied en el Teatro de La Zarzuela venía a subsanar una injusticia o un despiste importantes, justificables por la entidad de la obra, compuesta de 34 Lieder de gran exigencia técnica y expresiva, complicada quizás por el hecho de cantar ante un público español. El ciclo, del que Wolf muy en su línea afirmaba que “lo iba a mostrar en una luz completamente distinta”, compuesto febrilmente en unas cuantas semanas de 1889, se basa en una antología de poesías líricas tradicionales españolas. Algunas de ellas van firmadas por los grandes de los grandes, como Lope, Castillejo o Cervantes.

En su mayor parte son anónimas, con lo que el ciclo vuelve a una de las esencias de la canción alemana, que es poner en música un sentimiento y una emoción popular. Claro que entre la gracia, la precisión conceptual, la aparente sencillez y la voluntad estricta de sugerir, más que de decir, propia de la poesía española tradicional, y la complejidad de la inspiración tardorromántica propia de Wolf media un abismo. Se entrevé en la traducción alemana de los poemas originales, y aún más en las canciones propiamente dichas, que ponen en juego recursos expresivos extraordinariamente ricos y por momentos de una densidad ante la que los autores españoles antiguos se habrían quedado, sin duda, perplejos. Ni que decir tiene que Wolf, empeñado en su propia búsqueda estética, tampoco se esforzó mucho por incorporar ninguna forma de evocación hispánica, salvo algún eco episódico de castañuelas y panderetas.

"Julia Kleiter estuvo magnífica en todo el registro expresivo, con un instrumento argentino, límpido y homogéneo, capaz de matices finísimos"

La novedad de la que el gran músico habló viene por tanto de otro sitio: en primer lugar, del conjunto de canciones de tema religioso que abre la obra, de una gran intensidad devota, podría decirse, que Julia Kleiter y Christian Gerhaher expusieron con dramatismo y concentración. El cancionero del amor profano vino después, y aquí Wolf supo expresar al mismo tiempo los sufrimientos, la intensidad del deseo y las sutilezas, en bastantes casos humorísticas, propias del enredo erótico. Las mujeres salen mejor paradas que los hombres, o por lo menos, tal y como lo pinta Wolf, no sufren tanto. Julia Kleiter estuvo magnífica en todo el registro expresivo, con un instrumento argentino, límpido y homogéneo, capaz de matices finísimos que, profundizando en lo requerido por el compositor, devolvían a las obras a su transparencia original, muy ligeramente mozartiana. Resultó extraordinario ver cómo Kleiter le daba la réplica, en igualdad de condiciones, a uno de los más grades liederistas, como es Gerhaher.

Una vez más el barítono puso en juego el esplendor extraordinario de su voz flexible, bruñida, infinitamente matizada, y la inteligencia del fraseo, el color y la expresión, como si a cada canción viviera ante nosotros, sin distancia, las emociones del personaje que encarna con una elegancia suprema. El prisionero de “Que por mayo era”, por ejemplo, adquiere tonalidades beethovenianas, pero milagrosamente no pierde nada de su limpia melancolía. Hace falta mucho saber musical y humano para pasar con tanta naturalidad de la evocación a la expresión directa.

Al piano, Ammiel Bushakevitz demostró su talla de gran artista: así como Wolf se adentró en terrenos tonales complejos, también le dio al piano un papel protagonista: preciosas y ajustadas atmósferas de una capacidad de evocación imprescindible para el despliegue vocal. A pesar de una audiencia un poco mermada, sin duda por la tarde de calor insufrible, un gran éxito para un gran estreno.  * José María MARCO, corresponsal en Madrid de ÓPERA ACTUAL