CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Hamburgo: La pasión surrealista de Ligeti
Elbphilharmonie
Ligeti: LE GRAND MACABRE
Elizabeth Watts, Marta Fontanals-Simmons, Mark Schowalter, Werner van Mechelen, Wilbur Pauley, Heidi Melton, Claire De Sévigné, Anthony Roth Costanzo, John Relyea, Andrew Dickinson, Audrey Luna. Dirección: Alan Gilbert. Dirección de escena: Doug Fitsch. 13 de mayo de 2019.
Esta producción de la única ópera de György Ligeti fue estrenada hace algunos años en Nueva York con la dirección de Alan Gilbert, el mismo que la ha llevado a Hamburgo donde recientemente ha sido nombrado Chefdirigent de la NDR Elbphilhrmonie Orchester. La gran sala de conciertos hamburguesa se adaptó perfectamente a la representación de una ópera como Le Grand Macabre, que no toleraría una puesta en escena tradicional.
Ante este título los directores de escena se ven siempre forzados a idear algo adecuado a las ideas surreales, grotescas y provocativas de Ligeti, y en este sentido la inolvidable propuesta de Àlex Ollé ha sido y sigue siendo insuperable. Esta vez no hubo invenciones escénicas chocantes como la enorme muñeca de la edición furera, pues la sala como tal ya ofrecía una ambientación escénica nada convencional. Los cantantes se movían en un espacio estrecho delante de la orquesta sobre dos amplias plataformas en los laterales del escenario y entre el público, en medio y detrás de la orquesta. El coro se mezclaba con el público mientras algunos instrumentistas se situaban en puntos diversos de la sala para crear efectos sonoros muy teatrales. Satisfecha así la exigencia de una ambientación imprevisible que impidiese a los espectadores disfrutar de una audición tranquila y confortable, Doug Fitch pudo concentrarse en el trabajo actoral sobre los personajes. El regista norteamericano hizo representar del modo más realista posible los hechos surreales y absurdos que se presentan en la ópera.

Un momento de la puesta en escena de Doug Fitch en Hamburgo
Quedó así en evidencia que Le Grand Macabre no carece totalmente de sentido como puede parecer en un principio, sino que es una feroz sátira de la humanidad, cuyas acciones vienen determinadas por dos instintos bestiales como el sexo y el poder. Al fin el apocalipsis con el que amenaza al principio Nekrotzar resulta ser una falsa profecía: ¿se trata de un mensaje de esperanza o de la constatación pesimista de que todo continuará como siempre sin posibilidad alguna de cambio?
La realización escénica (con el director escénico colaboraban Catherine Zuber en el vestuario y Clifton Taylor en el diseño de luces) tuvo el mérito no menospreciable de facilitar la comprensión del significado de esta ópera, que otras veces se revela impenetrable. Al mismo tiempo fue muy teatral, grotesca a ratos, violenta, cómica e irritante, sin dejar al espectador indiferente ni por un momento. Perfecta la dirección de Gilbert y muy buenos los intérpretes, que se hicieron apreciar no solo como cantantes –y esto es quizá el aspecto más importante en esta ópera– sino también como actores. Son muchos para poder citarlos a todos, pero sin ánimo de despreciar a nadie merecen un elogio especial Anthony Roth Costanzo (Príncipe Go-Go), Claire De Sévigné (Venus), Heidi Melton (Mescaline) y Mark Schowalter (Piet vom Fass).
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