Granada: Viaje a la Europa medieval

27 / 06 / 2019 - Alejandro FERNÁNDEZ - Tiempo de lectura: 3 minutos

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Dos miembros del Sollazzo Ensemble junto al tenor Vivien Simon © Festival de Granada / Fermín RODRÍGUEZ

Festival Internacional de Música y Danza

Sollazzo Ensemble

Obras de Landini, Da Perugia, Da Firenze y otros. Perrine Devillers, soprano. Andrew Hallock, contratenor. Vivien Simon, tenor. Sollazzo Ensemble. Dirección: Anna Danilevskaia. 22 de junio de 2019.

La segunda jornada de la 78ª edición del Festival Internacional de Música y Danza de Granada, en el Monasterio de San Jerónimo, fue el primero de los tres programas que acogerán las naves de la capilla del monumento. Se trata de obras que retrotraen la memoria a finales del siglo XIII y XIV, cuando nombres como Johannes de Muris o Philippe de Vitry fijan la nueva corriente estética que desde Francia se exportará al resto del continente. Nombres lejanos pero cada vez menos desconocidos gracias a la labor investigadora de formaciones como el Sollazzo Ensemble.

El trío vocal formado por Perrine Devillers, soprano, Andrew Hallock, contratenor, y Vivien Simon, tenor, junto a un cuarteto instrumental dirigido por Anna Danilevskaia, fueron desgranando páginas en buena medida anónimas recogidas en distintos códices repartidos por Europa. Testigos mudos que hablan de la influencia que tendría esta nueva concepción estética de la música y su papel decisivo en su desarrollo, antecedentes que representan también en lo vocal una transformación que desemboca directamente en la gloria del siglo XVI.

Sollazzo Ensemble ­–fundado en Basilea en 2014– presentaba en San Jerónimo una amplia selección de piezas en torno a la aceptación de las propuestas parisinas de Vitry o Guillaume de Machaut en autores anónimos españoles, italianos o ingleses. Obras de corte sacro, fragmentarias y localizadas muchas de ellas en códices donde predomina el carácter profano.

Francesco Landini y el Kyrie cantado como “Questa Fanciulla amor” abrió el concierto con las voces del contratenor y el tenor en dos planos vocales de gran efecto sobre el ritmo y la medida otorgada a cada intérprete. Constante, por otro lado, de todo el programa en el que el capítulo instrumental –aunque espaciado por las sonoridades del salterio, el laúd o la fídula– no pasaron de constituir un elegante pero sencillo acompañamiento. Tal es así que los pasajes instrumentales no pasaron de anecdóticos dejando  el protagonismo a la voz de los tres solistas.

Se trató de páginas de elevada complejidad técnica que al descansar sobre cada uno de los intérpretes aumentaba la dificultad interpretativa centrada en la continua medida, la delicadeza de la emisión gracias a un fraseo cuidado al extremo sin olvidar la capacidad de empaste o la emisión afilada de estos destacados solistas. Un ejemplo de ello se vio en El cant de la Sibilla extraído de la tradición catalana en el que destacaron especialmente las voces de Devillers y Simon bajo la atenta guía de la fídula y dirección de Danilevskaia.

Tres perspectivas vocales del Benedicamus domino y el Deo gratias del Manuscrito de Parma pusieron el broche a casi una hora de recital ante un auditorio que abarrotó la nave principal de San Jerónimo.