CRÍTICAS
NACIONAL
Gran canto belliniano en medio de la mafia
Sevilla
Teatro de La Maestranza
Bellini: I CAPULETI E I MONTECCHI
Daniela Mack, Leonor Bonilla, Airam Hernández, Luis Cansino, Dario Russo. Coro del Teatro de la Maestranza. Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Dirección musical: Jordi Bernàcer. Dirección de escena: Silvia Paoli. 11 de diciembre de 2021.
Desde luego I Capuleti e i Montecchi es un título menos transitado en las programaciones operísticas que las tres obras maestras de Bellini, Norma, La sonámbula e I puritani; queda ahí, entreverada como una creación algo menor pero muy superior a las óperas, estas sí objetivamente inferiores, del niño prodigio de Catania, Zaira (de la que I Capuleti toma préstamos) o Beatrice di Tenda. Hay que reconocer, en este sentido, el mérito del Maestranza al querer presentar una obra al margen del trío de las grandes. Flaco favor se hizo el aficionado que, en la función del sábado, optó por no confiar en el genio de Bellini y dejó sin poner a rebosar el teatro, porque hacía algún tiempo que no se disfrutaba de una obra belcantista en la que tantas cosas se engarzaron para redondear las que están siendo unas funciones muy notables.
Es cierto que la directora de escena, Silvia Paoli, optó por un camino sencillo, competente dramáticamente y muy a la mano como es el de trasladar este relato de amor imposible del siglo XIII a esa otra imagen de una Italia matona y mafiosa del siglo XX que tanto ha amortizado el cine. Montescos y Capuletos reconvertidos por tanto en sendos clanes enfrentados en un único espacio, una espartana cantina sometida a algunas transformaciones conforme la acción avanza. Pese a la parquedad escenográfica, los elementos en liza están tan bien amortizados que no se echó en falta un mayor atrezzo que el que se contempló; mención obligada para el diseño de iluminación de Alessandro Carletti, capaz de elevar teatralmente la función muy por encima de lo que, de otra forma, podría haber sido. Falla, eso sí, lo que siempre o casi siempre lo hace, un movimiento de actores algo torpe; tampoco pareció aportar mucho la presencia de niños en el escenario, subrayando enfáticamente la (presunta) angelical inocencia de estos frente a las bruscas veleidades de los adultos. En cambio, la capacidad de Paoli de acumular, en ocasiones, un gran número de presentes en el escenario antes que saturación abundó en escenas de buen impacto visual.
Excelente, dígase ya, fue la prestación de los cantantes congregados. Comenzando por una Daniela Mack (Romeo), que resultó especialmente convincente por su capacidad actoral; no es la suya una voz especialmente grande pero su oficio quedó más que probado, con buen gusto canoro y notabilísimo fraseo (arrebatador su final con el aria «Tu sola, o mia Gulietta»). Airam Hernández es una de las jóvenes voces líricas españolas que con más gusto y confianza en su futuro va consolidando desde hace algún tiempo; posee un timbre atractivo y demostró capacidad para dejar correr la voz con fluidez en este repertorio belcantista. Su Tebaldo fue de menos a más, luciendo un registro homogéneo y una manera de cantar muy natural, sin asomo de engolamiento ni tensión.
El barítono Luis Cansino estuvo ejemplar en su caracterización como capo de poca monta; y su aportación a la representación volvió a situarse en un excelente nivel, con una voz bien centrada aun con alguna brusquedad en el fraseo. El canto del bajo Dario Russo acusó un más que advertible engolamiento, también ciertos tics canoros muy de salir del paso. Gran protagonista de la noche fue la soprano Leonor Bonilla, Premio ÓPERA ACTUAL 2019, una Giulietta capaz de equilibrar pirotecnia belcantista y densidad prerromántica en una voz de poderosa personalidad y gran lirismo. Probablemente una de las grandezas que atesora la cantante sevillana es su forma de no exagerar las ornamentaciones, de dosificar una expresividad siempre muy controlada en la que se pudo apreciar las sutiles inflexiones ya en «Eccomi in lieta vesta», donde llevó muy lejos las modulaciones incluso en los pasajes más pianissimo. También «Oh quante volte» fue abordada desde una intensidad palpitante, conservando una coloratura muy medida; no es posible imaginar cuántas horas habrá consagrado Bonilla al estudio de su papel.
Correcto el Coro del Maestranza, lo que no es decir mucho, pero tampoco poco teniendo en cuenta lo esforzado de su dedicación y el siempre por encima del aprobado que merecen sus miembros cada vez que son congregados. En el podio Jordi Bernàcer dejó fluir el ingenio de Bellini imprimiendo a la Sinfónica de Sevilla un tono nada pesante, acertando con unas aceleraciones casi rossinianas muy marcadas. Sin llegar a la inspiradísima versión que de esta ópera fijó en disco Fabio Biondi hace unos años, el director valenciano entendió que esta música corre mejor desde la ligereza que desde una amanerada densidad, sin perjuicio de permitir momentos de esmerada delectación instrumental, ya en el solo de clarinete (Piotr Szymyslik) que enuncia la llegada de Romeo, ya el arpa (Daniela Iolkicheva) en el en el aria de Giulietta. * Ismael G. CABRAL, corresponsal en Sevilla de ÓPERA ACTUAL
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