CRÍTICAS
INTERNACIONAL
Ginebra secuestra a Mozart
Ginebra
Grand Théâtre Genève
Mozart: DIE ENTFÜHRUNG AUS DEM SERAIL
Nueva producción
Rebeca Nelsen, Claire de Sévigné, Julien Behr, Denzil Delaere, Nahuel Di Pierro. Dirección: Fabio Biondi. Dirección de escena: Luk Perceval. 1 de febrero de 2020.
El escenario presenta una ciudad moderna y agitada, tal vez Ginebra; un andamio de madera gira casi constantemente, alrededor del cual los transeúntes corren a toda prisa: así es la producción de Luk Perceval, donde no existe el serrallo en la costa turca en el que Selim Bassa mantiene a sus esclavos en la ópera de Mozart. Yendo más lejos todavía, Selim desaparece de la ópera como personaje; sin embargo, el tirano turco está presente a través de los coros y las alabanzas de los transeúntes que agitan grandes banderas blancas.
Si Selim desaparece, los otros personajes son doblados por actores que hablan caracterizados como ancianos. Son viejos egos de los protagonistas de la ópera que han luchado con su propia actitud ante la vida. El viejo Belmonte-actor discute con el Belmonte-cantante, el viejo Osmin, un vagabundo en una silla de ruedas, se compara con el joven y brutal Osmin, mientras una inmigrante anciana Kontanze rememora su vida pasada cuando ella escapaba de la desesperación a través de aventuras sexuales e imaginaba ser feliz. Tal duplicidad de los personajes no es nueva, también lo haría Hans Neuenfels en una legendaria puesta de escena de 1999 para Stuttgart.
Perceval también reescribió el Singspiel de Mozart tomando como punto de partida la novela en parte biográfica de la física, periodista y escritora kurda Asli Erdogan, El mandarín milagroso, que tiene lugar en Ginebra. Por ello, Perceval recoge la carga dramática de los textos de Erdogan y recompone a su placer la obra de Mozart con una mirada sobre la soledad, el perdón, la búsqueda de la supuesta felicidad de una relación perdida y, sobre todo, una y otra vez, como en La flauta mágica, sobre el deseo de morir y suicidarse. El exotismo de la ópera turca queda así excluido en la versión de Perceval-Erdogan, en la cual la vieja Blonde se lamenta “del infierno que ha vuelto a su país”.
Este concepto fue apoyado musicalmente por Fabio Biondi y la Orchestre de la Suisse Romande, por que este Rapto, se convirtió en un verdadero “secuestro musical”, donde no solo cambiaron los números de lugar, porque también se eliminaron y se cambiaron otros tantos. Eso sí, siempre utilizando piezas del compositor de Salzburgo. La ópera termina con un batiburrillo de danzas de Ascanio in Alba y con la melancólica canción “Ich würd’ auf meinem Pfad der Tränen”. Toda la ópera tuvo un velo deprimente y taciturno. Incluso los arrebatos de Blonde (con una formidable Claire de Sévigné) «Welche Wonne, welche Lust” o «Durch Zärtlichkeit und Schmeicheln» mostraban contundentemente la soledad más que la alegría de vivir del personaje.
Rebeca Nelsen fue una muy sólida Konstanze que consiguió impresionar en la difícil “Martern aller Arten”. A muy buen nivel se situaron los tenores Julien Behr (Belmonte) y Denzil Delaere (Pedrillo), ambos de estilo netamente mozartiano. El experimento de Perceval se saldó con sonoros y violentos abucheos ante esta interpretación musical y teatral secuestrada.
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