Ginebra: La triunfante Medea según Charpentier

08 / 05 / 2019 - Xavier CESTER - Tiempo de lectura: 3 minutos

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La potente producción de David McVicar, en su línea habitual, traslada la tragedia griega a un lujoso salón de mediados del siglo pasado © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS
La potente producción de David McVicar, en su línea habitual, traslada la tragedia griega a un lujoso salón de mediados del siglo pasado © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS
La potente producción de David McVicar, en su línea habitual, traslada la tragedia griega a un lujoso salón de mediados del siglo pasado © Grand Théâtre de Genève / Magali DOUGADOS

Grand Théâtre de Genève

Charpentier: MÉDÉE

Anna Caterina Antonacci, Cyril Auvity, Willard White, Keri Fuge, Charles Rice. Dirección: Leonardo García Alarcón. Dirección de escena: David McVicar. 5 de mayo de 2019.

El monopolio que Lully y sus adláteres ejercieron sobre el repertorio de la Academia Real de Música francesa perjudicó la carrera operística de Marc-Antoine Charpentier. Estrenada en 1693, su Médée tuvo una difusión limitada y hoy en día continúa siendo una rareza en las programaciones pese a tratarse de una tragedia lírica de una riqueza musical y una fuerza dramática apabullantes.

Para hacer pleno efecto, la obra necesita una protagonista a la altura de un personaje desmesurado, y el ahora reabierto Grand Théâtre de Genève la encontró en la figura de Anna Caterina Antonacci, ya destacada intérprete de la ópera homónima de Cherubini.

Poseedora de un talento trágico de primer nivel, cómoda en la prosodia francesa, la soprano italiana ofreció un retrato poliédrico de Médée, del dolor por el abandono de Jason, de la humillación de sentirse una extraña en Corinto, de su locura, de su furia asesina. Voz, mirada y gesto estaban perfectamente alineados en una interpretación que fue ganando en intensidad y que, junto a la sangrienta conclusión, tuvo uno de sus momentos álgidos en la invocación de los espíritus infernales del tercer acto.

© GTG / Magali DOUGADOS

Anna Caterina Antonacci se metió en la piel de una desgarrada Médée

Ginebra coprodujo con la English National Opera este montaje de David McVicar estrenado en 2013 en Londres, donde la obra fue interpretada en inglés como es habitual en la compañía londinense. La habilidad teatral del director escocés brilla en un montaje ambientado en un lujoso salón de mediados de los años 1940, en plena guerra, con profusión de uniformes de los diferentes cuerpos militares; Bunny Christie firma decorado y vestuario, mientras que la iluminación de Paule Constable subraya los momentos más irreales de la trama. McVicar combina un buen olfato para el espectáculo vistoso, en especial gracias a la coreografía con toques irónicos de Lynne Page, con una delineación milimétrica de la psicología de los personajes y sus relaciones.

Algún tempo precipitado no desmereció el buen pulso dramático mantenido desde el foso por Leonardo García Alarcón al frente de una notable Cappella Mediterranea, mientras que el coro del teatro se adaptó con notable acierto al lenguaje barroco. Un reparto de gran solidez coronó el éxito de la propuesta, empezando por Cyril Auvity, seguro en la aguda tesitura de Jason, logrando acentos de extrema dulzura en las escenas con Créuse –una Keri Fuge luminosa– mientras que Charles Rice poseía la petulancia necesaria de Oronte, y Willard White, la dignidad de Créon.