Flórez alza el telón del Real

Madrid

14 / 09 / 2021 - José María MARCO - Tiempo de lectura: 3 min

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florez-operaactual-real (1) Juan Diego Flórez y Vicenzo Scalera © Teatro Real / Javier DEL REAL
florez-operaactual-real (1) Juan Diego Flórez con su guitarra durante los bises © Teatro Real / Javier DEL REAL

Teatro Real

Recital de JUAN DIEGO FLÓREZ

Primer concierto de la temporada

Obras de Franz Schubert, Vincenzo Bellini, Giacomo Rossini, Paolo Tosti, Gaetano Donizetti, Giuseppe Verdi y Giacomo Puccini. Vicenzo Scalera, piano. 12 de septiembre de 2021.

Para el primer concierto de la temporada, el público del Teatro Real tuvo la fortuna de contar con el gran Juan Diego Flórez, bien es verdad que en un recital con acompañamiento de piano.

El tenor peruano empezó la velada con tres Lieder de Schubert, cantados como si fueran arietas de un Mozart juvenil y algo sentimental, bastante intrascendente y más bien frío. Le permitieron, en cualquier caso, entrenar la voz y demostrar, ya desde el arranque, que todo sigue en su sitio. Tres canciones de Bellini, en particular La ricordanza –una escena en sí misma, por su complejidad y su envergadura– abrieron la puerta al gran repertorio de Flórez, que empezó ahí a exhibir su elegancia y su maestría en el canto ligado y elegíaco. Una página de Il signor Bruschino de Rossini, le permitió lucirse aún más en esa suave y casi mórbida sensibilidad que requieren algunas páginas del compositor de Pésaro, con un canto a media voz, perfecto en su regulación y de una claridad absoluta, porque Flórez parece repeler naturalmente la confusión: en la dicción, en los acentos, en la exposición general. «La speranza più soave», de la Semiramide rossiniana, ahondó más en este registro, en el que Flórez ha hecho auténticas maravillas (nadie ha olvidado su Orfeo en el mismo Real), y luego le permitió abrirse al canto más virtuoso: adornos sin tacha ni vacilación, ataques límpidos, subidas y bajadas vertiginosas, apianamientos excelsos… Y todo con una naturalidad pasmosa, sin que la voz pierda su esmalte y su claridad en ningún momento.

"Una página de 'Le Villi' de Puccini permitió a Flórez explorar otro registro: el de un 'verismo' todavía lírico, pero también profundamente trágico"

Tras la pausa, llegaron tres canciones de Paolo Tosti, entre ellas la justamente célebre Aprile, entonadas con sencillez, sin forzar la nota tenoril, pero también cantadas como lo que son: pequeñas joyas de la expresividad musical. Con el donizettiano Il Duca d’Alba («Angelo casto e bel») llegó el momento del canto legato de máxima expresividad, regulado a la perfección, en una tesitura arriesgadísima (en particular a cuerpo limpio) y esa nostalgia tan característica de Donizetti, expresada con una elegancia suprema. El «Je veux entrendre ta voix» del Jérusalem de Verdi confirmó lo que ya apunta en algunos momentos del Duca d’Alba: el canto lírico y heroico, con un squillo de gran brillantez, expresividad de alto voltaje y virtuosismo belcantista puesto al servicio de la exteriorización, tan humana e inmediata como amplia, del canto verdiano. Una página de Le Villi de Puccini permitió a Flórez explorar otro registro: el de un verismo todavía lírico, pero también profundamente trágico, con un nuevo color sombrío, d evocaciones abismales, algo extraordinario para el final de un recital tan variado.

El gran Vincenzo Scalera acompañó al piano con limpidez, intensidad y expresividad, logrando por momentos colores casi orquestales y sirviendo de apoyo fiel a una velada en la que Flórez, como un torero de primera fila, no se arredró ante ninguna dificultad. El público no se cansó de aplaudir y el tenor, siempre generoso, ofreció una larga serie de propinas. No faltaron las canciones peruanas con acompañamiento de guitarra a su cargo (no muy bien: en esto no mejora). Destacó un excepcional «Pourquoi me réveiller», cantado según los cánones más estrictos pero que alcanzó, desde la primera nota, el momento de máxima emoción de toda la velada.  * José María MARCO, crítico de ÓPERA ACTUAL